Lo normal parece que es pensar que el
público se acerca la plaza desde Manuel Becerra, pero por supuesto
que esto no es así, lo cual también tiene su recompensa. Antes de
la corrida uno se puede bajar en el metro de Quintana y, en una
esquina de la placita donde los domingos se cambian cromos con gente
de todas las edades, está el bar Docamar, pero la recompensa más
jugosa será al subir acabado el festejo y disfrutar de unas de las
mejores raciones de bravas y tortillas de patata cubiertas con esta
salsa, de todo Madrid o lo que es casi lo mismo, de todo el mundo.
Alta cocina. Se puede gozar, a muy buen precio, de otras tapas, pero
no dejen pasar de largo estas patatas bravas, muy encastadas.
El Madrid taurino es casi inabarcable;
además de los sitios más tradicionales del centro de la ciudad, si
queremos un poco más de tranquilidad y comprobar como la gente
convive con toda naturalidad con el mundo del toro, no hay más que
acercarse a Canillejas. Como bienvenida, al salir del metro de Torre Arias nos encontramos con una sorprendente estatua de Manuel Rodríguez “Manolete”, erigida por el alcalde Álvarez del
Manzano, según se dice porque el “Monstruo” frecuentaba el
barrio para tomar sus tapitas. Si echamos a andar por la calle de
Alcalá en dirección opuesta al centro de Madrid, una vez lleguemos
a la calle san Mariano, subimos por ella y nos encontraremos con el
Parque de Canillejas, donde nos encontramos con la permanente
presencia de la efigie de José Cubero “Yiyo”, uno de los
príncipes del toreo y vecino del barrio, que se marchó una tarde en
la plaza de Colmenar. Los niños juegan, gritan y ríen a sus pies
con toda naturalidad, como si el Yiyo fuera uno de los muchosespectadores de estos juegos infantiles. Pero si continuamos por San
Mariano, al cruzarse la calle Canal del Bósforo y dirigiendo nuestra
vista un poquito a la izquierda, en un portal podremos leer la plaza
que indica donde vivió el torero y de dónde partió para dar su
última vuelta al ruedo en Las Ventas. El barrio está salpicado de
sitios que el niño y el joven Yiyo recorrió con toda naturalidad
mientras no cesaba de saludar a todos los que le consideraban algo
suyo. Tras este paseo, no hay mejor punto donde reponer fuerzas que
la antigua peña del joven maestro en su barrio, el bar Olmedilla, que ofrece unas tapas dignas de una plaza de primera.
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