Joaquín tuvo la virtud de interesar a los intelectuales por el mundo del toro. Mucha gente a la que no le gustaban como espectáculo leía sus crónicas. Él creó esa complicidad de la que estaba huérfana el toreo. Aunque sólo coincidí con don Joaquín un par de veces, me sentía identificado con él por su escepticismo y recelo hacia el taurino profesional. Su sorna castiza me recordaba a Ramón Gómez de la Serna, incluso escribiendo. Esa pluma voraz captaba y resumía cualquier situación en un par de renglones. Me reí mucho con sus crónicas en las que, sin faltar nunca el respeto a los toreros, era capaz de convertir en jocoso lo que no tenía remedio. Añoraremos mucho su pluma, porque no aburría nunca.Luis Francisco Esplá
Foto: François Bruschet
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