BARRUNTOS DEL DOMINGO DE
RAMOS
La tarde se
empeñó en llevar la contraria. Predijeron que llovería y lució un
resplandeciente sol. Profetizaron el triunfo de Iván Fandiño y David Mora y
ambos abandonaron abatidos Las Ventas. No llegaron los laureles prometidos. A
cambio, en las esquinas de Alcalá y Manuel Becerra se acumularon los olivos,
restos del Domingo de Ramos.
Saltaron al ruedo
seis augures con el hierro de Jandilla que no auspiciaron nada bueno. Serios,
grandones y huecos. Menos sombrío quizás el quinto, un astado noble que ahogó
pronto lo que llevaba dentro. Éste, como el sexto, eran toros de veinte pases
(puede que menos) y sendas estocadas hasta las cintas que se llevasen por
delante todo su mal fario. Pero los toreros decidieron regodearse en el
infortunio.
¿Quién tuvo la
culpa? Aquellos que invitaron a Jandilla al baile. Y ya van dos. La corrida del
Domingo de Ramos ha hecho buenos a los nefastos Gaviras de la Feria de Otoño. Decían los
mentideros que Fandiño, Mora y sus respectivos mentores esta vez pudieron
elegir entre las ganaderías de Valdefresno, Motalvo, Manolo González y Jandilla,
que llevaba 22 años sin lidiar en Las Ventas. O no anunciarse en Madrid con
saldos. Echaron la moneda al aire y salió cruz. Otra vez. ¿Cuándo aprenderán?
El instinto de los toreros y sus apoderados es caprichoso.
Ni Fandiño ni
Mora han toreado bien este domingo, sobre todo en los dos últimos toros. Les
faltó claridad de ideas. El plomo de la tarde, pese a estar soleado, les pesó.
Veremos qué sucede dentro de unos días en Sevilla, donde comparten un nuevo
mano a mano, esta vez con Victorinos. Ojala que el romero que reparten las
gitanas a las puertas de La
Maestranza traiga la suerte que el olivo ha malversado. Y que
los cárdenos embistan, por supuesto. Sería una pena quemar a estos dos toreros
antes de que prendan.
En San Isidro,
Fandiño está anunciado las tardes de El Montecillo y Adolfo Martín; Mora en las
de Montalvo y Valdefresno. Tienen otra oportunidad para sacudirse el desaliento
de este Domingo de Ramos que se empecinó en desbaratar todos los barruntos.
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