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El puyazo ha de ser, siempre, delantero. Veáse la Turomaquia de Goya, cronista taurino de la época primigenia de la fiesta: todo puyazo que Goya pinta es en el morrillo. Ahí, en ese queso-bola que dicen los castizos, sangra el toro sin que le hiera las zonas vitales; y pues el queso-bola corona la tabla del cuello, se descuelga-que dirían los taurinos del tiempo presente-, se ahorman -que dirían los clásicos-. Descolgado o ahormado el toro, humillará sin que haya perdido la fuerza esencial. De su correcta factura devienen esas faenas de muleta hondas, si el torero es experto y valiente o, si inexperto y medroso, no tanto, pero siempre emocionantes, pues la emoción la pone el empuje del toro, suficiente para liberar cuanta casta brava lleva dentro.
Joaquín Vidal ("El Toreo es Grandeza")
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