A los toros, como es sabido, hay quien no los puede ver. No los pueden ni ver, dice Bergamín, mucho menos gustar o sentir. Claro que esto no sólo les pasa a quienes atacan la fiesta --que, afortunadamente, lo es todo menos "nacional" y cada vez lo irá siendo menos-- sino también a quienes, a falta de cosa peor que hacer, se sienten obligados a defenderla. Lo más difícil es que la fiesta logre salvarse de sus defensores: si logra sobrevivir a éstos, no hay mejor garantía de inmortalidad. ¿Cómo van a resistir los toros justificaciones tales como que "hay crueldades peores" (!) que a los cretenses ya les divertía el esparcimiento (!!) o la de que inspiraron a Ortega páginas brillantes?
La fiesta de los toros es injustificable, es decir, milagrosa; y no hay razonamiento antropológico o culturalista que logre hacer ver un milagro a quien no lo puede ver.
Al contrario, hay quien se previene contra los milagros, quien experimenta azorada repugnancia al olfatear su cercanía. Este rechazo visceral, que brota de lo que Nietzsche llamaba "el ideal ascético, negador del engaño y, por tanto, de la vida", es más estimable que las apologías de a perra gorda. Y más conmovedor: cuando Manuel Vicent, por ejemplo, maldice "el tedio costumbrista con que se contempla a un morcillán asaeteado, lleno de cuajarones y vomitando los menudillos y media espada asomada por la tripa"... ¿a quién recuerda, sino al padre de la Iglesia que desde su cilicio clamaba contra la mujer, "saco impuro de inmundicias", y contra el acto amoroso, "babeante intercambio de humores fétidos, entre gruñidos bestiales"?
Ni Vicent puede ver el milagro taurino ni el eremita el milagro carnal, pero desde luego sería inútil justificárselos, cuando en el propio asco que rezuma su prosa flamígera ya está presente la tentación de la verónica y del súcubo...
(“DESENGAÑO DEL TOREO”/ FERNANDO SAVATER)
--“Sobras Completas” Ed. Libertarias 1983--
Perfecta explicación. Es injustificable, "es un milagro". Tendremos que coger por banda a Bergamín que está ahí en la estantería.
ResponderEliminarsaludos.
Menudo faenón Señor Papa Negro... Para quitarse el sombrero...
ResponderEliminarUn saludo.
Puerta Grande, Santidad. Mis respetos
ResponderEliminarPgmacias
De Rosa Montero o Rahola, se entiende. Pero que no me creo yo que a Vicent no le guste una verónica de Pauloba...
ResponderEliminarLo curioso es como Rosa Montero, hija de torero -y bueno- tiene ese rechazo a todo lo que tenga que ver con el toreo. Sin entrar en asuntos personales pareciera que su fobia se debe a una inconsciente vengaza de caracter familiar. Lo mismo sucede, a mi entender, con la menestra Cristina Narbona.
ResponderEliminarLa condesa de Estraza
El libro de donde sale este texto es "SOBRAS COMPLETAS" , una gavilla de artículos que publicó en hace tiempo Ed. Libertarias.
ResponderEliminarEl título es chisposo y mi reconocida "habilidad mecanográ fica monodigital" me hace llegar a los finales muy agarrao al piso y la hipoxia me nubla la vista.
Un saludo
El error era mío, "corregí" ese "sobras" por "obras"
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