GRACIAS MAESTRO.
José Darío Pizano Wolff.
En tarde soleada y ante lleno se lidió la 8ª y última corrida de la temporada de Medellín, con toros de Agualuna (en Domecq), pequeños, livianos, cornicortos, mansos y flojos. Palmas 1º y 6º, los demás abroncados en el arrastre.
César Rincón: Oreja con pericón de la segunda y vuelta al ruedo.
Enrique Ponce: Oreja y dos orejas.
Ricardo Rivera: Silencio tras aviso y vuelta al Ruedo tras aviso.
Saludaron desde el tercio Gustavo García “Jeringa” y John Jairo Suaza “Chiricuto” tras parear el primero. El segundo toro de la tarde fue apuntillado en el ruedo después de partirse ambas manos en el primer tercio.
Rincón y Ponce, salieron a hombros por la Puerta de San Juan.
Salió el primero de la tarde para que el maestro iniciara su despedida del ruedo macareno, pequeño pero alegre y fue el único que no blandeo, lo recibió con una tanda de cinco verónicas y media. El tercio de banderillas fue de antología, tres preciosos pares colocados por “Jeringa"Y “Chiricuto”, tercio redondo pocas veces visto cuando es ejecutado por subalternos. Con la muleta se llevó el toro a los medios por doblones y allí dio tandas por derecha de a cuatro, de a tres muy bien, por la izquierda el toro empezó a pararse y colarse, cuando el maestro lo quiso citar de largo, el toro se rajó buscando las tablas. Pinchazo sin soltar y estocada fulminante, ambas recibiendo. La presidencia concede una oreja y niega la segunda.
Con el cuarto de la tarde, un manso que se negó a todo y de salida buscó las tablas, escupió la vara, poco o nada pudo hacer, pues además se colaba peligrosamente por ambos pitones, se libró de él de estocada entera en todo lo alto, cuando se escuchaban las voces de ¡malo ganadero! Vuelta al ruedo apoteósica como despedida a los gritos de Céeesar, Céeesar y con los acorde de la música Soy Colombiano.
Enrique Ponce, Quien tuvo que correr turno, después de ser apuntillado en el ruedo el novillote que le correspondió en segundo lugar, al partirse ambas manos, salió por la puerta de los sustos un minusválido, que antes de ir al caballo ya se había costaleado cinco o seis veces, lo llevó al caballo ante las protestas iracundas del público por no devolverlo Y cuando lo que debía de haber hecho era abreviar ante semejante cuadro, sirvió de lazarillo y empezó a instrumentar una faena a media altura, con su paciencia, experiencia y técnica ( léase ventajosa), donde el público neófito empezó a cambiar los pitos por los ¡ole! Y ¡torero, torero!, con este “torito” que apenas podía tenerse en pie, que descaro. Para completar la faena colocó una estocada muy desprendida que asomó por los bajos del toro y el presidente sin pena, ni vergüenza lo premió con una oreja ante la ignominia que acababa de cometer.
En quinto salió, Estilete, que tampoco era el reserva de la corrida, otro del mismo corte de sus hermanos, minusválido al que le aplicó otra dosis de su consabida “técnica”, de mucho componer la figura, pero esta vez al hilo del pitón. Estocada desprendida y fulminante para que le premiaran con las dos orejas.
Ricardo Rivera con el tercero de la tarde, otro inválido que más pasó echado que sobre sus cuatro patas, lo despachó de dos pinchazos a los cuales el toro se echó y el puntillero paró en repetidas ocasiones, hasta que por fin lo apuntilló no sin antes escuchar el matador un aviso.
El que cerró la corrida, otro enclenque que se cayó en la faena de capa, se fue yendo a más en la faena de muleta, después de la dosificada vara que instrumentara Anderson Murillo, y el muchacho tuvo momentos de temple y valor, en otros un poco embarullado. Ya con la oreja en el esportón, esta se esfumo después de dejar un pinchazo, una estocada corta y un golpe de cruceta, no sin antes escuchar el recado de Usía. Vuelta al ruedo como premio a la labor cumplida.
Salieron de la plaza Rivera a pie en medio de los aplausos y Ponce y Rincón a hombros por la Puerta de San Juan, el primero por las orejas cortadas y el segundo, por donde tenía que salir después de 25 años de exitosa labor, como ninguno en América, bajo una lluvia de confetis, a los acordes del bambuco soy Colombiano y por el medio de la calle de Honor que hicieron los “Silleteritos” donde en sus silletas se leía “GRACIAS MAESTRO”.
José Darío Pizano Wolff.
En tarde soleada y ante lleno se lidió la 8ª y última corrida de la temporada de Medellín, con toros de Agualuna (en Domecq), pequeños, livianos, cornicortos, mansos y flojos. Palmas 1º y 6º, los demás abroncados en el arrastre.
César Rincón: Oreja con pericón de la segunda y vuelta al ruedo.
Enrique Ponce: Oreja y dos orejas.
Ricardo Rivera: Silencio tras aviso y vuelta al Ruedo tras aviso.
Saludaron desde el tercio Gustavo García “Jeringa” y John Jairo Suaza “Chiricuto” tras parear el primero. El segundo toro de la tarde fue apuntillado en el ruedo después de partirse ambas manos en el primer tercio.
Rincón y Ponce, salieron a hombros por la Puerta de San Juan.
Salió el primero de la tarde para que el maestro iniciara su despedida del ruedo macareno, pequeño pero alegre y fue el único que no blandeo, lo recibió con una tanda de cinco verónicas y media. El tercio de banderillas fue de antología, tres preciosos pares colocados por “Jeringa"Y “Chiricuto”, tercio redondo pocas veces visto cuando es ejecutado por subalternos. Con la muleta se llevó el toro a los medios por doblones y allí dio tandas por derecha de a cuatro, de a tres muy bien, por la izquierda el toro empezó a pararse y colarse, cuando el maestro lo quiso citar de largo, el toro se rajó buscando las tablas. Pinchazo sin soltar y estocada fulminante, ambas recibiendo. La presidencia concede una oreja y niega la segunda.
Con el cuarto de la tarde, un manso que se negó a todo y de salida buscó las tablas, escupió la vara, poco o nada pudo hacer, pues además se colaba peligrosamente por ambos pitones, se libró de él de estocada entera en todo lo alto, cuando se escuchaban las voces de ¡malo ganadero! Vuelta al ruedo apoteósica como despedida a los gritos de Céeesar, Céeesar y con los acorde de la música Soy Colombiano.
Enrique Ponce, Quien tuvo que correr turno, después de ser apuntillado en el ruedo el novillote que le correspondió en segundo lugar, al partirse ambas manos, salió por la puerta de los sustos un minusválido, que antes de ir al caballo ya se había costaleado cinco o seis veces, lo llevó al caballo ante las protestas iracundas del público por no devolverlo Y cuando lo que debía de haber hecho era abreviar ante semejante cuadro, sirvió de lazarillo y empezó a instrumentar una faena a media altura, con su paciencia, experiencia y técnica ( léase ventajosa), donde el público neófito empezó a cambiar los pitos por los ¡ole! Y ¡torero, torero!, con este “torito” que apenas podía tenerse en pie, que descaro. Para completar la faena colocó una estocada muy desprendida que asomó por los bajos del toro y el presidente sin pena, ni vergüenza lo premió con una oreja ante la ignominia que acababa de cometer.
En quinto salió, Estilete, que tampoco era el reserva de la corrida, otro del mismo corte de sus hermanos, minusválido al que le aplicó otra dosis de su consabida “técnica”, de mucho componer la figura, pero esta vez al hilo del pitón. Estocada desprendida y fulminante para que le premiaran con las dos orejas.
Ricardo Rivera con el tercero de la tarde, otro inválido que más pasó echado que sobre sus cuatro patas, lo despachó de dos pinchazos a los cuales el toro se echó y el puntillero paró en repetidas ocasiones, hasta que por fin lo apuntilló no sin antes escuchar el matador un aviso.
El que cerró la corrida, otro enclenque que se cayó en la faena de capa, se fue yendo a más en la faena de muleta, después de la dosificada vara que instrumentara Anderson Murillo, y el muchacho tuvo momentos de temple y valor, en otros un poco embarullado. Ya con la oreja en el esportón, esta se esfumo después de dejar un pinchazo, una estocada corta y un golpe de cruceta, no sin antes escuchar el recado de Usía. Vuelta al ruedo como premio a la labor cumplida.
Salieron de la plaza Rivera a pie en medio de los aplausos y Ponce y Rincón a hombros por la Puerta de San Juan, el primero por las orejas cortadas y el segundo, por donde tenía que salir después de 25 años de exitosa labor, como ninguno en América, bajo una lluvia de confetis, a los acordes del bambuco soy Colombiano y por el medio de la calle de Honor que hicieron los “Silleteritos” donde en sus silletas se leía “GRACIAS MAESTRO”.
Foto: campos y Ruedos
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