Aprovecho para copiar el artículo de Joaquín Vidal publicado el 5 de octubre del 2000 en El País:
La lección de tauromaquia de un picador mexicano
La actuación del picador mexicano Efrén Acosta con los victorinos en Madrid -penúltima corrida de la Feria de Otoño- fue de las que hacen época. Los tres puyazos que tiró, tendiendo la vara en el momento del embroque, aguantando de frente la acometida según establece la tauromaquia, causaron un inusual alboroto. El público en pie correspondía con sus ovaciones a una lección de toreo puro que para muchos era desconocido. Y, sin embargo, así se pica. Los picadores actuales (a los españoles nos hemos de referir) que han convertido en norma picar trasero y perpetrar con desvergonzado abuso la carnicera carioca, destruyen el verdadero sentido y hasta la justificación de la suerte de varas, que es la más cruenta de la lidia.
Si se picara siempre como hizo Efrén Acosta recobraría su entidad y belleza el repulsivo tercio de varas que practican los actuales picadores. Lo demostró Acosta no sólo en la referida actuación de Las Ventas sino con aún mayor acierto en la pasada Feria de Julio, de Valencia, precisamente con otro victorino que le acababa de derribar y al que dio un segundo puyazo sensacional a la manera de Madrid, que fue lo mejor de todo el abono.
El precedente de Acosta es otro picador mexicano, Sixto Vázquez, y se vio en España hace cerca de tres décadas. Venía con el diestro Jaime Bravo y sus actuaciones en Las Ventas causaron también sensación. Picaba con otro estilo más hondo. Citando de frente, vara en alto, cuando el toro se arrancaba Sixto Vázquez sacaba medio cuerpo paralelo al cuello del caballo para recibirlo, y tiraba la vara al morrillo en acción de detener, que es regla de la suerte. Efectivamente detenía; y con destreza de caballista consumado vaciaba la suerte por delante del caballo dejando al toro prácticamente en los vuelos del capote del espada, que entraba por la izquierda al quite. Sixto Vázquez dio una clamorosa vuelta al ruedo la tarde de su presentación en Madrid y semanas más tarde la daba en la Maestranza de Sevilla.
La novedad de Sixto Vázquez no fue tan sorprendente pues entonces se picaba y se montaba mejor. De todos modos merece la pena meditar sobre estas lecciones que nos vienen de México y no sólo en cuanto a picar sino sobre el repertorio de torear, que nació en España pero aquí lo dejaron perder y México conserva. Es el caso del variado toreo de capa que trajeron de novilleros Miguel Abellán y El Juli, aunque no tuvo la repercusión que merecía pues se ha degradado tanto la lidia que, para muchos, todo lo que se salga del derechazo y quizá el natural no es torear. Y así está la fiesta, de vacía y monótona, con un futuro oscuro y problemático como el reinado de Witiza.
Si se picara siempre como hizo Efrén Acosta recobraría su entidad y belleza el repulsivo tercio de varas que practican los actuales picadores. Lo demostró Acosta no sólo en la referida actuación de Las Ventas sino con aún mayor acierto en la pasada Feria de Julio, de Valencia, precisamente con otro victorino que le acababa de derribar y al que dio un segundo puyazo sensacional a la manera de Madrid, que fue lo mejor de todo el abono.
El precedente de Acosta es otro picador mexicano, Sixto Vázquez, y se vio en España hace cerca de tres décadas. Venía con el diestro Jaime Bravo y sus actuaciones en Las Ventas causaron también sensación. Picaba con otro estilo más hondo. Citando de frente, vara en alto, cuando el toro se arrancaba Sixto Vázquez sacaba medio cuerpo paralelo al cuello del caballo para recibirlo, y tiraba la vara al morrillo en acción de detener, que es regla de la suerte. Efectivamente detenía; y con destreza de caballista consumado vaciaba la suerte por delante del caballo dejando al toro prácticamente en los vuelos del capote del espada, que entraba por la izquierda al quite. Sixto Vázquez dio una clamorosa vuelta al ruedo la tarde de su presentación en Madrid y semanas más tarde la daba en la Maestranza de Sevilla.
La novedad de Sixto Vázquez no fue tan sorprendente pues entonces se picaba y se montaba mejor. De todos modos merece la pena meditar sobre estas lecciones que nos vienen de México y no sólo en cuanto a picar sino sobre el repertorio de torear, que nació en España pero aquí lo dejaron perder y México conserva. Es el caso del variado toreo de capa que trajeron de novilleros Miguel Abellán y El Juli, aunque no tuvo la repercusión que merecía pues se ha degradado tanto la lidia que, para muchos, todo lo que se salga del derechazo y quizá el natural no es torear. Y así está la fiesta, de vacía y monótona, con un futuro oscuro y problemático como el reinado de Witiza.
Cita añadida 1: de la crónica de la corrida de Valencia 23.07.2000 (toros de Victorino)
El cuarto toro, bravo y poderoso, lo derribó con estrépito y aunque querían llevarlo a la enfermería, Efrén Acosta se negó. Montó de nuevo el jamelgo, botó sobre la silla mexicana que había sacado, y citó al victorino. De muy lejos se arrancó el toro, Acosta lo esperó de frente con la vara en alto, y un punto antes de producirse el encuentro la tiró al morrillo, se apalancó en ella deteniendo la acometida y vació la suerte dando limpiamente la salida al toro por delante del caballo.
Una ovación de gala premió el puyazo de Efrén Acosta-¡lo mejor de la feria!- y después Zotoluco le brindó el toro.
Una ovación de gala premió el puyazo de Efrén Acosta-¡lo mejor de la feria!- y después Zotoluco le brindó el toro.
Cita añadida 2: De la crónica del 9.10.2000. Madrid y Victorino
No obstante la lidia de aquel toro dio ocasión a otra estampa de la tauromaquia que permanecía perdida en la noche de los tiempos. La revivió el picador mexicano Efrén Acosta. Haciendo la suerte de frente, manteniendo en alto la vara para tenderla justo en el momento del embroque, consumó tres puyazos de antología y puso a la plaza en pie.
La plaza en pie, aclamando a un picador. La emoción del toro íntegro. El arrebato estético de las suertes ejecutadas en pureza... Tal es la fiesta única. Sólo para toreros auténticos. Quizá por eso, los que no, la quieren tirar a la basura.
La plaza en pie, aclamando a un picador. La emoción del toro íntegro. El arrebato estético de las suertes ejecutadas en pureza... Tal es la fiesta única. Sólo para toreros auténticos. Quizá por eso, los que no, la quieren tirar a la basura.
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