SOBRE
“LA MORAL DE CASTRO” Y LAMAMIÉ DE CLAIRAC
Cuando
se retira de nuevo, Belmonte pone en marcha su proyecto. Su salida
forzada de la Unión
le ha despojado de complejos: ya que los ganaderos a los que ha
ayudado a subir hasta la cumbre en los últimos diez años le
reprochan una ridícula historia de vacas
vendidas en América, sacando provecho de las simpatías que goza en
los medios republicanos, el Pasmo de Triana crea en diciembre de 1930
la Asociación de Criadores de Reses Bravas donde ingresan todos los
ganaderos descontentos tras verse excluidos de las plazas más
rentables por culpa de la Unión. Su argumento para convencerlos es
sencillo: gracias a la República, la libre competencia va a ser la
norma, lo que acabará con el monopolio de la Unión. Por supuesto,
ingresan en la nueva Asociación los hermanos Gamero Cívico, quienes
conservaron una parte de su ganadería tras la venta, en 1925, de la
mayor parte de la misma a Rafael Lamamié de Clairac.
[…]
Belmonte tiene 42 años y el Gallo diez más. Los ganaderos de la
Unión se ponen de acuerdo para no ceder sus toros a Belmonte allá
donde tenga que lidiar. Pero Pagés persuade a Carmen de Federico, la
esposa del banquero Urquijo, para venderle su camada a pesar del veto
de la Unión que, inmediatamente, lo expulsa el 4 de noviembre de
1933. Después se pone en contacto con los ganaderos charros que
siempre lo habían abastecido. Durante el invierno de 1933, La Moral
de Castro se convierte en el cuartel general de la insurrección.
Porque, por supuesto, como buen descendiente de un mosquetero, Rafael
Lamamié de Clairac se alía con la rebelión.
Foto: Pepe Alameda con Juan Belmonte, en 1935, en un tentadero en la ganadería de Lamamié de Clairac Fuente: La razón incorpórea
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