COSA
DE HOMBRES
El
toreo es cosa de hombres. Por dos motivos. Uno: porque hace falta ser
muy macho para aguantar
en el ruedo más de una hora con una cornada que desgaja el muslo por
la mitad. Y dos: porque el toreo lo llevan a cabo seres de carne y
hueso. Parece una perogrullada, pero ayer cierto sector de la plaza
lo pasó por alto. Una corrida de toros es una lección condensada de
humanismo. En unas pocas horas y 60 metros de diámetro contemplamos
todas las pasiones e instintos humanos, desde los más bajos a los
más excelsos, desde el miedo a la épica. Es, además, una
disciplina que se realiza en la más absoluta soledad. Cuando empieza
la faena de muleta y las cuadrillas abandonan el ruedo, el torero
decide no sólo qué hacer con su vida sino cómo llevarlo a cabo. En
función de su elección, se ganará el respeto de la afición. Ayer
hubiera sido absolutamente lícito que Castella pasara a la
enfermería cuando su primer toro lo arrolló y corneó feamente. Fue
un atropello terrible y seco. Una paliza monumental. A pesar de ello,
decidió continuar en la cara del toro, más o menos tiempo, con
mayor o menor fortuna, pero siguió en pie y sin enmendarse. Una
machada. Los pitos, esta vez, estuvieron de más. Y la oreja,
merecida.
En
la plaza cada uno es
libre de protestar y aplaudir lo que le plazca, que para eso todos
estamos a la misma distancia de la boca de riego. De hecho, prefiero
los cosos críticos y bulliciosos que los de silencio catedralicio.
Pero siempre con respeto, cierta sensibilidad y sin perder la
capacidad crítica. El toreo es cosa de hombres, no de máquinas. Y
los hombres estamos hechos de carne -a veces abierta de punta a
punta-, no de tornillos.
Cosa
distinta es que se proteste a un diestro por estar fuera de cacho o
no cargar la suerte. Eso le ocurrió a Manzanares. Aunque el
alicantino expuso y se pegó el arrimón ante el quinto, con el
segundo anduvo a ratos desbordado, sobre todo al natural. Su puesta
en escena –más cercana al baile que al toreo-, terriblemente
estética, pero superficial y aliviada, sigue sin convencer en plazas
como Madrid.
En
cuanto a Talavante, dejó los mejores pases
de la tarde, tanto con el capote como con la muleta. Sorteó en
primer lugar un novillo indecente de Victoriano del Río que pasó el
reconocimiento de forma incomprensible. El sexto le permitió un
bonito comienzo de faena y poco más. La corrida no sirvió. Algunos
ejemplares sacaron el genio de la mansedumbre y otros se pusieron
broncos, quizás contagiados por el ambiente. A la plaza hay que ir
sin prejuicios ni manías. Las broncas y los pañuelos se guardan
bien en la faltriquera hasta que sea justo desenfundarlos en el
tendido. Cada asunto en su momento.
Gloria
Sánchez-Grande
...firmado por una mujer,
ResponderEliminarasi nos luce el pelo a las mismas... gracias!
Atte. Alex