Desde
que los toros de Juan Guardiola cedieron sus orillas arenosas a los
flamencos, la laguna de Zarracatín subsiste envuelta en un halo de
melancolía que evidencian las lágrimas de sal depositadas en sus
márgenes. Juan Guardiola también probó estas lágrimas en su
momento cuando, tras treinta años de constantes esfuerzos, fue
obligado, por decisión familiar, a vender esta ganadería comprada
por su padre y que atravesaba su mejor momento. “Los
seis hermanos de mi padre no comprendían que una finca tan próspera
potencialmente estuviera dedicada en exclusiva a los toros”,
reconoce Juan Guardiola hijo. “Los
toros han desaparecido de esta zona de Utrera que es la cuna
histórica de los encastes”.
[…]
La
ganadería de Juan Guardiola Soto va a consolidar su carácter
torista primero en Madrid, a lo largo de los años sesenta. El 13 de
junio de 1963, protagoniza titulares: “El
Toro-Toro en la plaza”.
Cuando sale el último, el cronista del Ruedo escribe: “Todos
han ido al caballo de maravilla. Solo por esto merece la pena la
corrida. Desfile de picadores. En la tercera vara el toro pelea como
un león con el jamelgo y su lancero. Y otra vara. Por el suelo
quedan cinco varitas de los monosabios. ¡Un toro como éste no lo ha
toreado y matado nunca Antonio Ordoñez!”.
[…]
Otra consagración esperaba al ganadero un año después, cuando el 8
de julio de 1976, su lote se lleva por unanimidad el
premio
a la
mejor corrida de San Fermín, y “Tobardillo” el prestigioso
trofeo Carriquiri reservado para el toro más bravo.
Este
reconocimiento definitivo confirma los ofrecidos en las plazas de
Madrid y Sevilla. Sin
embargo, es el canto de cisne de un ganadero que pronto va a dejar de
serlo.
Porque en pleno apogeo, mientras que sus toros se habían vuelto
ineludibles en estas tres capitales y constituían un referente
torista para los aficionados, sus hermanos obligan a Juan Guardiola a
vender la ganadería familiar […] Durante
el resto de su vida, Juan Guardiola Soto recibió por parte de sus
compañeros
ganaderos un trato de señor. Él, que tanto había enriquecido otras
vacadas con sus sementales –a veces la prensa le criticó porque
habría preferido verle lidiar más corridas-, en su corazón, siguió
siendo ganadero hasta el final. Y hasta su muerte, en 2007, conservó
en el bolsillo de su chaqueta la pluma estilográfica con la que
firmó entre lágrimas la venta de su ganadería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario