LOS ÚLTIMOS EN
CERRAR LA PUERTA
Se esfumó el invento de la mini-feria de la Comunidad, al que no podrían
haber bautizado con un nombre más cursi. Lo realmente “mini” ha sido el aforo
de los dos días: un quinto de plaza el sábado y algo más de un tercio el
domingo. Ni siquiera sumando el público de ambos festejos hubiéramos llenado
Las Ventas. Dejando los problemas de taquilla a un lado, esta feria ha hecho
que tomemos conciencia de una realidad triste: estamos presenciando el final de
una etapa de la Tauromaquia que, irremediablemente, será sustituida por el
laureado Toreo Moderno o del Siglo XXI.
Toreros como Luis Carlos Aranda no tienen hueco en el devenir de la Fiesta.
La torería no se enseña: se tiene o no se tiene. Tampoco es una cuestión de
edad. Los toreros con sabor añejo, incluso siendo jóvenes, parecen que se han
tragado a un anciano. Su secreto reside en una actitud, un recreo, una pausa,
una media sonrisa, un brillo en los ojos, un cimbreo, un paso hondo, una
solemnidad, un derroche y, a la vez, un recogimiento. Todo eso y algo más
constituyen la torería. Con un hilo del pañuelo de Luis Carlos Aranda nacerían
tres generaciones de grandes toreros. Pero los novilleros de ahora no están
trenzados con esos mimbres. Se comprobó el martes, durante la novillada de
Nazario Ibáñez –magnífica, por cierto, y donde no se cortó una sola oreja-.
Estos neo-novilleros no salen al ruedo a jugársela a cara o cruz. Por el
contrario, son pequeños funcionarios de la Tauromaquia que hacen el paseíllo
para cumplir un trámite. Ojalá “sólo” el fallo a espadas les hubiera privado de
la Puerta Grande como han publicado muchos medios. Desgraciadamente, el
problema es mucho más profundo. Más allá de su inexperiencia -totalmente
justificable-, carecen de pasión, ese ardor irreflexivo, incontenible e
incomprensible que, por ejemplo, le sobró a Luis Carlos Aranda pareando al
tercer toro de Los Bayones. ¿Cómo es posible que un torero veterano derroche
más vida que un novillero? En dos días y una misma plaza, el contraste entre la
Vieja y la Nueva Tauromaquia ha quedado en evidencia como el final de una larga
agonía.
Toreros como Aranda, El Fundi o Juan Mora serán los últimos en cerrar la
puerta. Y los aficionados nos quedaremos ahí, a la deriva de los tendidos,
contemplando la llegada de un arte que ni comprendemos, ni nos emociona, ni con
el que comulgamos.
Gloria
Sánchez-Grande
Magnifico artículo Gloria Sánchez Grande, para mí de matricula de honor por no haber leído últimamente tantas verdades juntas y estoy totalmente de acuerdo que llevamos muy mal camino, nos hacen falta más Luis Carlos Aranda en la fiesta. Saludos.
ResponderEliminarAbsolutamente de acuerdo. Luis Carlos siempre se empeña en dar lo mejor de sí mismo y ahí está el resultado. Estuvo soberbio hasta para vestirse. Por lo demás, no es nuevo que lo que viene no es garantía de hacer perdurar la tauromaquia otros doscientos años. No tiene pinta, no.
ResponderEliminarAbsolutamente de acuerdo. Luis Carlos siempre se empeña en dar lo mejor de sí mismo y ahí está el resultado. Estuvo soberbio hasta para vestirse. Por lo demás, no es nuevo que lo que viene no es garantía de hacer perdurar la tauromaquia otros doscientos años. No tiene pinta, no.
ResponderEliminarNo se puede resumir mejor ni con más acierto el momento actual de la fiesta, enorabuena Gloria por tu afinada percepción del momento taurino y por tu elegancia al expresarlo que es como la torería del escritor.
ResponderEliminarJandro
¡Amén!
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