lunes, octubre 07, 2013

Ferrera con "Madroñito" en Las Ventas

 Eso es, justamente, lo que hizo Ferrera con su segundo, Madroñito, número 8, que es un toro que a base de estar con él, incluso del juego del largo tercio de banderillas, fue puliendo su inicial brusquedad y sacando una boyantía que en ningún momento había demostrado. Con ese toro Ferrera dio una buena lección de lo que es un torero asolerado, sin prisas, como aquel que dice un torero que ya está un poco al margen de la vorágine del día a día y que, al cabo de tantos años, cree en sí mismo. Hay un par o tres de detalles de mucho valor, como cuando se va a los medios a recibir con un oficio impecable a ese toro, o cuando se queda con él sujetándole en los medios a un palmo de distancia mientras el penco va a su sitio, o una espeluznante chicuelina, todo improvisación, cuando el toro sale de naja, huyendo del castigo del de la lanza, o unos suavísimos derechazos sin la ayuda en el 10, que pudieron traer la evocación de otro Juan Mora otoñal. Los ignorantes dirán que era cosa del toro, pero yo más bien creo que ese toro lo labró el torero, porque me da la impresión de que todo lo que le hizo se lo hizo bien, es decir, de manera adecuada al interés que él perseguía. A la muerte de este toro se manifestó una extraordinaria división de opiniones, fortísima división entre los que decían ‘oreja si’ y los de ‘oreja no’. A mí las orejas ésas me importan un bledo. Ya podían quitar esa birria de galardón. En su primero, Escribiente, número 71, un imponente cárdeno, puso un par de banderillas por los adentros de grandísima exposición.
José Ramón Márquez (Aquí la crónica completa)


Fue el milagro de la ilusión, la confianza, la firmeza y el poderío lo que permitió que Ferrera, muy seguro ante su dificultoso primero, aprovechara de principio a fin la sosa nobleza del cuarto, con el que se sintió héroe y artista en una actuación completísima. Lo recibió a la verónica, lo sacó del caballo por airosas chicuelinas, banderilleó con facilidad e inteligencia, y dibujó una faena de menos a más que alcanzó su punto culminante cuando abandonó el estoque simulado, se relajó, muy asentado en la arena, los pitones oliéndole los muslos, y dibujó muletazos por ambos lados templadísimos, largos, preñados de gracia y empaque, y tres naturales brillantes, enterrada ya la espada, un instante antes de que el animal exhalara su último suspiro.
Fue toda una secuencia bellísima, un chispazo de genialidad de un torero que mejora sensiblemente con el paso del tiempo.
Antonio Lorca 


Antonio Ferrera, digámoslo pronto, estuvo bien. Le sobraron excentricidades, sí, pero eso forma parte de su personalidad, bendita personalidad en el toreo uniforme de hoy en día. Pero el extremeño salió a por todas, hubiese o no toro apto para el lucimiento. Con el capote salió a los medios a saludar a sus toros, ya fuera al parado primero como al huidizo cuarto. Cuidó de dejar largos y colocados a los toros en el tercio de varas. Hizo quites al caballo, en sus toros y en los de Fandiño, pero quites en toda la extensión de la palabra, sacándolos él mismo del peto, incluso instrumentando chicuelinas en la salida, como hizo en el cuarto. Y con la muleta nada podía hacerse con el insípido primero y toreó con cadencia y pases largos, al natural con ambas manos, a un "Madroñito" que yendo a más desde su huidiza y mansa salida, acabó regalando unas embestidas lentas, humilladas y profundas, asaltilladas en suma, que aprovechó Ferrera, bien es cierto que demasiado en corto. Muy acertado también con los aceros, sobre todo en una gran estocada por derecho a ese quinto, después de pinchar en todo lo alto. Oreja, pues, merecida y pedida mayoritariamente.
Cadahalseño ( -Aquí su crónica -)

 ¿Qué hubo cosas que no gustaron? Sin duda; como también es preciso subrayar que las hubo interesantes y meritorias. Creo que a prácticamente nadie pudo gustar la rechifla de lo del capotillo para arriba y para abajo en banderillas, ni el intento de poner un par de dentro a fuera sin culminación alguna, ni el esperpento del segundo par en dos tiempos, mientras huía el diestro; quizá no gustó el inicio de faena, o lo que tardó en darse cuenta de las bondades del bicho; pero hubo cosas interesantes con capote y muleta, y la estocada –tras el pinchazo por arriba- fue de buena ejecución y más que aceptable colocación (sólo algo desprendida, no mucho)
Rafael Cabrera (-Aquí su crónica-) 

Nota: Señalar  que la plaza se llenó. A pesar de ello, los del tinglado del taurineo no tardarán en decirnos que ni estos toros ni estos toreros interesan al público, un público, en su opinión,  ávido de figuritas y juampedradas.

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