"Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar"
En el cartel Arturo Macías, Iván Fandiño y Sergio Flores.
Una verdadera pachanga ha sido el cierre de feria en Pachuca. De becerrotes a novillitos pitados de salida los lidiados por toros. Orejas oficiosas. Un astado de regalo que pasó con un solo par de banderillas, sin cambios de suerte porque la banda completa se retiró tras la lidia del sexto. Eso sí, no faltó la música durante la faena. Se pudo poner un disco, pero no el orden. Un festejo sin autoridad. El juez de plaza no tuvo mando mas que para izar en su mano el pañuelo y conceder orejas una y otra vez.
Una verdadera vergüenza y un gran daño a la fiesta de los toros; aunque otros digan que el perjuicio lo cometemos nosotros por puntualizar.
Opinión y Toros (Aquí la crónica)
No puede ser más patético el asunto, sobre todo si nos atenemos al hecho de que ese ejemplar de Medina Ibarra, que salió al ruedo de la plaza “Vicente Segura” en Pachuca, Hidalgo la tarde del 20 de octubre de 2013, deja ver una vez más la dejadez, el “valemadrismo” que existe por hacer o representar una fiesta en la que quienes la organizan, creen que habrá un puñado de tontos que pagarán un boleto por ver tamaña desfachatez. El colmo del asunto es que apenas unos meses atrás el estado de Hidalgo había dado un importante paso al lograr que la tauromaquia se hiciera acreedora del codiciado nivel de Patrimonio Cultural Inmaterial, lo que significa un alto grado de compromiso.
Desde antes que comenzara el festejo, aquellos tendidos semivacíos auguraban un mal asunto que terminó en este desagradable abuso de confianza del que no nos podemos sustraer, luego de que la fiesta taurina en México al seguir presentando signos de decadencia, con esto simplemente el pronóstico se habrá de poner, si no es que ya está, en condiciones de gravedad extrema. (...)La primera razón tiene que ver con el hecho de que al comenzar la temporada de invierno, muchos toreros españoles “hacen la América” pero ya no en las circunstancias de un pasado remoto, sino que con su solo nombre vienen a imponerse y a imponer, junto a su administración lo que desean torear y con quien quieren hacerlo, por lo que dichas condiciones o se cumplen o se cumplen, de ahí que el nivel de importancia del espectáculo se irá a la baja en la medida en que no haya empresario o autoridad que pretendan poner alto a semejantes desmesuras.
José Francisco Coello Ugalde (Aquí su artículo completo)
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