Hay manos y manos. Y los capotes notan la diferencia. Hoy dos manos curtidas dieron una lección de torería a cuatro lozanas. Exquisito toreo a la verónica de José Pedro Prados “El Fundi”. Benditas sean sus manos, su compás, su vaivén, su gracia para coser el toro al paño. Manos que tomaron la alternativa hace veintiún años; manos tostadas bajo el sol de veintiún veranos. Delicadas con el capote y firmes con la espada. ¡Qué dos estocadas! Incluso la muerte es bella en sus manos.
Las otras, frescas pero torpes, marchitaron el toreo. Las de Domingo López Chaves no supieron mandar, ni someter por bajo. Tampoco matar. Las de César Jiménez acaso debieran dibujar una despedida. No todas las manos son iguales. Y no todas sirven en este oficio.
Después del atracón Martelilla, cualquier toro hoy parecía un Barrabás. El primero mordía en el capote y se arrancaba bien al caballo. Luego, en la muleta, se puso gazapón y complicado. Tal vez se lastimó al enterrar el pitón derecho en el albero. En el cuarto se levantó un viento frío que serenó a más de un temperamento en ebullición. La plaza pensó por un momento que iba a ver un buen toro. “Camarito”, este castaño del anhelo, perdió su chispa después de un puyazo demasiado largo y una fatal voltereta. Fue coronado por “El Fundi” con tres buenos pares de banderillas y luego se apagó, como le sucedió a la tarde, cubierta de nubes negras.
Cuando salió de los chiqueros el 5ºbis, un sobrero de Navalrrosal, ya apenas quedaba luz. Puede que el día también entienda de manos: tras las de “El Fundi” murió la jornada. La noche sólo dejó una doliente lidia de López Chaves y un mal final para César Jiménez, que tuvo un bonito gesto brindando su primero a “El Fundi”. De fuenlabreño a fuenlabreño. De inexperto a veterano. De insuficiencia a maestría. De fugaz a eterno.
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