Morante

Si hay algo que no se puede negar es que Morante torea a la verónica como los ángeles y lo ha demostrado en el primer toro y en el último de la tarde: el sexto. Entre tanto nos ha pegado un petardo de los que pasarán a la historia, pero todo lo malo es efímero en una plaza de toros cuando por fin se ve a un torero triunfante, aunque no triunfador. Parecía que durante la faena al quinto toro se podía producir el encuentro entre torero y toro buscado desde el baile de corrales de la mañana, pero en ese momento el castaño de Román Sorando, con trazas de buey de carreta, ha desarmado al torero poniéndole en evidencia y Morante ha perdido el sitio, el toro ha pasado a dominar la situación y le ha pegado una voltereta que le ha llevado, demudado el rostro, a la enfermería. El sobresaliente Alejandro Castro a procedido a estoquear al toro y se ha parado la corrida durante casi media hora en espera de la reaparición del torero. Nunca habíamos esperado algo similar, pero Morante ha salido parsimonioso por la puerta de la enfermería en el momento en que los altavoces indicaban que se estaba vistiendo para volver a los ruedos, ignorábamos que hubiese más de uno, y los hemos buscado infructuosamente. De nuevo Morante frente al toro de la ganadería de Núñez del Cubillo (Tufillo para algunos) le ha recibido con verónicas de ensueño y ha obsequiado con dos quites dignos de un maestro en el uso del capote, lástima de la birria de toro, ha puesto banderillas: tres pares a la antigua usanza, cuadrando en la cara del toro, y se ha dispuesto a realizar faena no antes de que uno de sus peones de descalzase en público para sacudirle la arenilla de las zapatillas, produciéndose una escena servil e indigna. Durante la faena ha sabido adornarse con un toreo bonito, se han visto pases de un preciosismo de orfebre (el kikirikí, el pase de la firma, la trinchera, cambios de manos de ensueño...) pero hemos fallado en la media distancia, los redondos y naturales tan despegados y vulgares ennegrecían el panorama. Y encima ha matado fatal, como a los otro cuatro que ha despenado. No obstante, el público generoso o ignorante y festivalero que de todo había, ha pedido la oreja que el Presidente ha concedido. Nos hemos ido a cenar, como tradicionalmente venimos haciendo cada Beneficencia, un grupo de aficionados unidos por la amistad y eso ha sido lo mejor del día, charlando a favor de unos y en contra de otros, y no sé ni cómo he sido capaz de escribir después estas líneas con lo bueno que estaba el vino. Jandro miércoles, 6 de junio de 2007