viernes, junio 15, 2007

DESPÚÉS DE JOAQUIN VIDAL ¡¡EL DILUVIO¡¡

De nuevo después de varias conversaciones sobre si los críticos deberían, o no enseñar a los nuevos espectadores en las distintas plazas de toros, lo que es LA FIESTA DEL TORO INTEGRO leo una crítica del maestro Navalón que paso a COPIAR.


"En medio del caos del cordobesismo, la Fiesta se hundió en la corrupción de todos los trapicheos del taurinismo para llevarse el dinero de aquel público deslumbrado por un fenómeno de masas que convirtió el toreo en un circo. Echaron a los aficionados y los tendidos se llenaron de espectadores que sólo iban a ver el salto de la rana y les importaba un pito que el toro fuera sustituido por el utrero 'regordío' echando sangre por los pitones. Afortunadamente surgió entonces una hornada de críticos, luchando por defender el respeto al toro y las normas del buen toreo. Hubo también una guerra abierta para denunciar a los cronistas vendidos al sobre de los toreros y tribunas tan importantes como 'Informaciones' y 'Pueblo' sustituyeron a los publicitarios corruptos por una información al servicio de la decencia del espectáculo. Gracias a aquellos críticos se recuperó gran parte de la seriedad de las corridas: Se legalizó la edad de los toros y en una sola temporada el Ministerio de Interior puso más de cien multas por afeitado. Se desterró el abuso del pico de la muleta. Se armó tal escándalo con el rabo de Palomo Linares que el esforzado matador ya no volvió a dar ni una vuelta al ruedo en Madrid en el resto de su carrera y Manzanares fue incapaz de cortar una oreja durante doce temporadas consecutivas. El público y la crítica unidos mantuvieron a raya a los estraperlistas del toreo. Pero vino la contraofensiva de los corruptos y la televisión estatal fue ocupada por sucesivos colaboradores del fraude: Lozano Sevilla, Campos de España Floridos en Primavera, Zabala, Gordillo, hasta llegar a la suprema desvergüenza del fenicio Molés, haciéndoles el juego a los empresarios y las figuras. Ahora nos toca padecer al hortera del Palabrero Fernández que cada tarde hace una apología de su pertinaz ignorancia al servicio de los que mandan. Muchos de los críticos 'guerrilleros' pensaron más en asegurar sus garbanzos que en servir al público, y llegó la gran deserción del pobre Zabala que, logrado el pesebre de 'ABC' se pasó al enemigo poniéndose al servicio de Chopera y del público del clavel para aniquilar a la andanada del 8 y al tendido siete, como supervivientes del sector contestario de Las Ventas. Unos tras otros los críticos se fueron pasando al enemigo. A principios de los 80 tuve que retirarme y se quedó solo Joaquín Vidal, que llegó el último y se puso el primero, como único punto de referencia para los buenos aficionados. Joaquín trajo la frescura de su estilo irónico, su independencia y su mirada escéptica hacia un espectáculo que daba por perdido ante la fuerza y la desvergüenza de los explotadores. Se atrincheró en su solitario baluarte y aguantó los desaforados ataques de todos los corruptos, aliados contra él, hasta amargarle la vida. Ahora los pocos aficionados que quedan y la nueva ola de inconformistas contemplan desolados que Joaquín ya no estuvo en las Fallas de Valencia donde sus crónicas fueron sustituidas por las del paniaguado Sobrino. Tampoco está en la feria de Sevilla y me temo que no podrá escribir en San Isidro. Joaquín lucha ahora por sobrevivir a la cornada de una grave enfermedad y los aficionados se sienten más solos que nunca sin el único amparo que les quedaba. Salvo Javier Villán, que mantiene con dignidad su parcela en 'El Mundo', el panorama de la crítica es un verdadero desierto, sin nadie que se atreva a luchar contra el fraude que invade todas las ferias, empezando por Madrid. Las nuevas generaciones de cronistas han sido amaestrados bajo la tutela del Fenicio Molés y El Palabrero Fernández. Son una manada de mastines educados para comer y callar. Hay algunos apuntes de nuevos valores como Rosa Jiménez, a quienes se les cierran todas las puertas a sus deseos de informar con independencia. Todo lo demás está copado por los acólitos de Molés y 'Fernández Roldán', con el apéndice esperpéntico de 'Pedro Joder Cáncer' en su analfabetismo radiofónico. Por más que buceo en los medios de difusión nacional, no encuentro a ningún escribidor o parlanchín para ocupar el vacío que nos va dejando Joaquín Vidal. Ni un solo nombre para ejercer la crítica con capacidad y decencia. Las dos revistas 'especializadas' están descaradamente vendidas a la publicidad de los toreros y por ejemplo en las crónicas de Fallas de '6 Toros 6', he leído a un tal José Luis Ramón una blasfemia de inconcebible ignorancia. O más bien servilismo. Ensalza "la profundidad de los derechazos a pies juntos de José Tomás". ¿Cómo se puede escribir semejante bestialidad? Se puede ser partidario de un torero, pero hasta para mentir hay que tener cierta sensatez. La profundidad de un muletazo es todo lo contrario del toreo con los pies juntos. El tal Ramón ha hecho un alarde de incultura taurina, o de caradura. Lo dicho: Después de Joaquín Vidal, ¡el diluvio!"

4 comentarios:

  1. Ya está cayendo y no hay arca de Noé.

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  2. Gracias Niño, amén.Un abrazo
    Pgmacias

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  3. Viva el toreo a pies juntos, le gustara a Navalón o no.

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  4. Insisto en un párrafo de la croniquila de la última corrida de la Feria 76 aniversario:
    Hoy José Suárez-Inclán publica en El País un ignominioso artículo comparando al aficionado de Madrid con Drácula en el que incluye además multitud de sandeces y no dice nada en absoluto de fundamento. Su lectura resulta suficiente como para no volver a leerle nunca más una sola letra, ni tener en cuenta para nada sus opiniones descaradas y chulescas que parecen influidas por intereses contrarios al arte de torear.
    Y parece mentira que un periódico de la importancia de El País pueda cambiar a Antonio Lorca que consiguió, no sin dificultad, seguir la luminosa estela dejada por Joaquín Vidal por este florido pegafrases que se permite insultar a la afición de Madrid, una de las pocas poseedoras del conocimiento cabal de este arte, mal que pese a muchos.

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