domingo, mayo 11, 2014

Sobre la primera tarde de Juan del Álamo en San Isidro (Barquerito)


Se podía apostar antes de las siete por el torero de Ciudad Rodrigo, que venía de triunfar en Sevilla con fuerza –pero sin espada- con un inmenso toro de Montalvo de casi seis años también. La sorpresa fue que ese sobrero, del hierro de Vellosino y estirpe Arribas, altísimo de agujas y grupas, muy badanudo, rompiera tan en dócil como lo hizo después de varios anuncios en contrario porque hizo cosas de toro corraleado –corretón, buscaba puertas, punteó engaños, se soltó, pero se fue por su cuenta a cobrar la segunda vara, pegó topetazos antes de banderillas y rabeaba más de manso que de bravo.
Mano de santo fueron los seis o siete muletazos de tanteo con que lo dejó Juan del Álamo ahormado y fijado, bajados los humos, desengañado. A eso se llama meter un toro en la muleta. Dueño del toro fue desde entonces Juan, firme en zona de peligro, tranquilo, templado y puro, porque las cinco tandas tan en serio que le pegó al toro, las cinco que tuvo, fueron de toreo ligado, embraguetado, por abajo y bien rematado. El toro agradeció las pausas pero también que las tandas fueran de cinco y seis.
La marca de la faena fue la cadencia, toreo muy despacioso. Por una y otra mano. La elección de terrenos y la medida: eso también contó. Y una estocada por el hoyo de las agujas. Con ella dentro se fue el toro a tablas a morir.
Barquerito -aquí la crónica completa

Fotos: Tierras Taurinas




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