La corrida de toros como acontecimiento excepcional
«Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. En el Templo encontró a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas en sus puestos; hizo un latió o con cuerdas y los echó a todos fuera del Templo...» (Jn 2,13-22)
Quieren los mercaderes de los templos que organizan festejos taurinos, y entiéndase el oportunista ejemplo sin que nadie se ofenda, un público ya no festivo y facilón, sino un público consumista, arquetípico de esta sociedad que devora fast food y artistas prefabricados, un público sin pretensiones, que acude a cualquier espectáculo de masas impulsado precisamente por la corriente de aquello que es popular o simplemente está más publicitado.
Y de la misma manera que se postergan músicos, salas de concierto, directores de cine y salas de proyección en favor de multicines tresD con estrenos de películas del calibre de Scream 4 (sí 4) quieren que las corridas de toros se conviertan en un espectáculo uniforme donde siempre se “visione” lo mismo, es decir, un “producto” más, que satisfaga “un nicho de mercado” detectado. Un espectáculo con la emoción dosificada.
Sin embargo, desconocen los mercaderes que la propia esencia del toreo hace que esta pretensión lo avoque al desastre, puesto que históricamente, el sustrato de personas que sostienen la fiesta de toros, exceptuando puntualmente los grandes acontecimientos sociales, responde a una condición muy particular, hablamos de personas que necesitan revestir a la corrida de un halo de excepcionalidad, hablamos de gente que una vez publicados los carteles se lleva días enteros con un boli, haciendo cabalas de que toreros les apetecen ver por estar en buen momento, por entender que pueden sorprender, por entender que tienen capacidad, que le pone especial énfasis en detectar que ganaderías pueden dar buen juego en base a su origen, su presentación, etc. Es decir un publico que a diferencia del de otras disciplinas siempre ha profundizado en el conocimiento de los protagonistas, (toros y toreros) de aquellos espectáculos que iba a presenciar y a quien echar de los templos, supone dejarlos sin la base de los mismos, con el riesgo de que si la masa cambia de voluntad o capricho, allí no habrá nadie para limpiar las telarañas, cubrir humedades y el templo se vendrá abajo.
Pero este tipo de aficionado fiel, actualmente lo tiene todo en contra, es un absoluto marginal, las posibilidades de “profundizar” no existen, se van eliminando por los mercaderes, que no soportan el espíritu crítico de aquellos que aman el toreo, porque piensan que les fastidian los tenderetes, que no dan buena imagen.
Así por ejemplo, con la uniformidad de encastes evitan que el aficionado se interese por saber que comportamiento puede esperar de un Santa Coloma a diferencia del que puede ofrecer un Conde de la Corte y por ello exigir al torero en función de estas condiciones. Y por supuesto, y ese era el motivo inicial de lo que quería hablar en este escrito, detestan y aborrecen iniciativas como el “Espacio Toros” que se abre en Arles, donde puede observarse tranquilamente a los animales a lidiar, donde puede presenciarse el sorteo, donde se puede hablar de toros con los profesionales y sobre donde todo, el aficionado “puede generarse su propia opinión” de lo que va a ver en la plaza. Y por eso ya no tenemos la Venta del Batán operativa en Madrid, vuelvo a repetir porque quieren a un público que consuma toros sin entender lo que pasa en la arena.
Y sin embargo no se dan cuenta de que si se limita la corrida a las dos horas que dura la lidia este espectáculo adolece de grandes deficiencias, porque generalmente en los toros pasan muchas cosas antes y después, y a veces no tantas durante, y se necesita el paquete completo para que esto interese de verdad. Un día de toros no puede ser lo que hacemos habitualmente en San Isidro, sales del trabajo prácticamente corriendo, llegas a Las Ventas con 15 o 20 minutos de antelación, no recuerdas los nombres de los que torean o te sabes uno y la ganadería aunque la has mirado tampoco es que te importe mucho porque sabes que será algo de “Domeq” que vendrá en sustitución de algo de “Domeq” que estaba anunciado y no ha pasado el reconocimiento.
Para mi un día de toros debe ser un autentico acontecimiento y lo ideal, más allá del resultado artístico del ruedo, necesita de unos elementos como se dan en las Ferias de Arles, es decir un “espacio toros” donde poder ver los astados, donde hacer apuestas, donde poner a prueba los conocimientos y soñar con el comportamiento de un toro u otro, un sitio donde las actividades taurinas no se interrumpen, con tentaderos, clases de los alumnos de la escuela y demás iniciativas, gratuitas generalmente, que hacen que las opiniones sean de gente de todo tipo, y los jóvenes se acerquen al espectáculo, porque a la fiesta actual le condena la media de edad de los que se sientan en los tendidos. Un espacio donde se entregan premios y se reconocen méritos y los protagonistas comparten vinos con quienes les idolatran. Un espacio que la fiesta de toros necesita para ser hermosa y completa, una Ermita que guarda el tesoro de la Fe que se venera en el Templo. Para que las corridas de toros sean un acontecimiento excepcional y el espectáculo perdure es necesario salvaguardar toda la esencia que gira alrededor.
A los pies del maestro Carlos, inconmensurable. Se podrá decir mas alto pero no mas claro.
ResponderEliminarMás razón que un santo que dice el dicho. Habrá que seguir soñando con una hornada de taurinos y empresarios que quieran ver estas cosas y apostar por un cambio... chungo lo veo.
ResponderEliminarCarlos:
ResponderEliminarDe acuerdo con usted. Es muy importante que el porcentaje de aficionados respecto al público que asiste a las plazas aumente al máximo posible.
Cuando digo, aficionado, lo digo -creo- en el mismo sentido que
expresa usted en su artículo: Persona sin prejuicios, ni ideas preconcebidas, con máxima ilusión por lo que va ver y que -además y esto es lo importante- con interés por informarse y con criterio para saber valorar adecuadamente lo que está viendo.
Un abrazo
Jose Morente