Y nos dieron las diez

El Capitán Alatriste nos manda la crónica de ayer en Sevilla:

Y NOS DIERON LAS DIEZ

Comenzó la tarde con aires esperanzadores que fueron disipándose (o mejor dicho, oscureciéndose) conforme salían las descastadas reses de los hermanos Rubio Martínez (“Macandro”). Los mansos, sosos y clónicos novillos fueron amodorrando al público hasta dejarlo a orillas de la madrugada.
José María Lázaro recibió a su astifino primero a porta gayola. Después desplegó una galería de gaoneras, chicuelitas y pases de rodillas que desconcertó al personal. Un vecino de tendido se quejó de lo feas que eran las “vuertas asules” del capote del madrileño, que le recordaban “a las corchonetas hinchables pa´la playa”. El burraco novillo perdió las manos en un par de ocasiones pero no dejó de humillar durante toda la faena. Tras un pinchazo y una estocada tendida, Lázaro dio una merecida vuelta al ruedo. Fue lo mejor de la tarde. Con su segundo toro volvió a porta gayola. El animal, más violento que el primero, rompió la puya en el caballo antes de rajarse y refugiarse en la puerta de chiqueros. Ni la buena mano derecha del madrileño ni sus constantes gritos de “¡¡Vamos hombreeee!!”, consiguieron levantar la larga faena. Desgraciadamente, dibujó un escenario dantesco con una estocada que hacía guardia y otra pescuecera. Los horrorizados guiris del tendido 10 hicieron mutis por el foro. Destacó el banderillero David Adalid.
Oliva Soto sustituyó a Sandra Moscoso cogida ayer en San Fernando (“¿Y dónde está la niña?” preguntaba con insistencia una señora). Desdichadamente, después de un buen recibimiento a la verónica, el noble novillo empezó a dar “cogetás”. El primer puyazo lo llevó a Urgencias y el segundo a la UVI. Oliva Soto le puso voluntad a una faena imposible. Su buena estocada le hizo creer que era merecedor de una vuelta al ruedo (¿oferta de 2x1?). Su segundo novillo fue devuelto al perder las manos en varias ocasiones. El personal de alrededor murmuraba: “Vamos a escuchar al Sevilla que son las nueve menos diez”. El sevillano decidió brindarle el quinto bis (también de “Macandro”) a su madre (la pobre señora debió quedarse dormida en su mecedora de Camas mientras su hijo dilataba aún más la tarde).
Quizás Salvador García desperdició su primer novillo. Un negro zaino, algo mayor que sus hermanos, embutacado, que presentó algunas dificultades. El rondeño, muy encima del animal, no supo perderle el paso que requería la lidia. Coincidiendo con la salida del sexto, “el Sevilla estaba pasando apuros”. Y coincidiendo con la salida del sexto bis (el primero se rompió un cuerno contra un burladero), el público ya gritaba abiertamente: “¡Que no vamos a ver al Sevilla, coño!”. Por cuarta vez en la tarde (¿o debería decir noche?), se recibió a porta gayola (¿es la nueva moda de las futuras generaciones o un vano intento de buscar al manso toro en el campo?). Este sobrero era Conde de la Maza, pero la falta de casta es contagiosa y en los chiqueros de La Maestranza se ha desatado una plaga. De cualquier manera, no desaprovechó la ocasión José María Lázaro para hacerle unos pases por navarras (si ya éramos pocos, parió la burra). Incomprensiblemente, al final de la faena un eufórico sector del tendido 5 y 7 pidió la oreja para García. No lo comprendí hasta que, de camino a casa, pasé por la Peña Sevillista “Al relente”: Maresca había marcado un gol.
P.D.: Le mando un abrazo al Papa Negro que no pudo acompañarme en esta ocasión. El romero de la gitana jamona aún huele.