Vergüenza

Al finalizar la lidia del cuarto toro comentábamos: “esta tarde no hay toros ni toreros” Esa era nuestra apreciación después de contemplar a unos animales feos y descastados con poca clase y sin fuerzas y a unos toreros apáticos que no conseguían domeñar sus erráticos comportamientos. Si sería feo el tercero de nombre Tornador que en el programa oficial figuraba el color de su capa como “colorado avinagrado”. Pertenecían a la ganadería de Francisco Javier Araúz de Robles, y parecía un saldo de final de temporada enviado por el ganadero y no una corrida de toros preparada para Madrid. Carentes de trapío, desiguales, el cuarto exageradamente avacado parecía una cabra, en fin: una vergüenza. El quinto saltó a la arena y después de comportarse como manso de salida tomó un primer puyazo con fijeza, este hecho inusitado llamó nuestra atención, era cárdeno y grandón. Javier Valverde le citó de largo en redondo por el pitón derecho y acudió Embrujado, tal era su nombre, con alegría, metiendo la cabeza. Consiguió Javier una serie aseada, lo mejor de la tarde hasta el momento. Renacía la esperanza perdida. Había un toro que embestía boyante después de quince toros infames en lo que llevamos de feria y demandaba un torero con valor, oficio y mando. Volvió a intentarlo Valverde por el mismo pitón derecho y la acometida del toro, ante una deficiente colocación del diestro desbordó al torero en el segundo muletazo, Javier tuvo que irse de la suerte: el toro le robó el terreno debido a su mala colocación y falta de mando. Inmediatamente Valverde cambió la muleta de mano y sometió al toro a un sin número de naturales vulgares, siempre fuera de cacho, perfilero y ventajista, recortó el viaje del toro y se pegó el arrimón que remató con manoletinas o bernardinas. Mató de estocada desprendida echándose fuera. Veinte o treinta pañuelos aparecieron tímidamente en los tendidos y rápidamente se contagió el virus orejil que subió el número de pañuelos aunque nunca llegaron a ser mayoría, los mulilleros retrasaron el arrastre, buscando propina supongo, y justo en el momento de comenzarlo el Presidente sacó el pañuelo increpado por las voces por los peticionarios. Una vergüenza: el torero que no puede con un toro bravo, consigue engañar al público y se lleva la primera oreja de la feria. Se lo contaba a Javier por teléfono y me preguntaba si había ido a los toros a Madrid o a algún pueblo. El nivel de exigencia de la plaza está por los suelos. Al sexto toro también se le debía haber toreado pero Iván García tampoco pudo, ignoramos si fue por falta de valor o de oficio o de ambas cosas. Juan Bautista pasó desapercibido. Su lote no le facilitó un lucimiento que tampoco él supo buscar, su quite al sexto resultó vulgar. Cuando por fin aparece el toro resulta que no hay toreros, como siempre. Jandro 12 de mayo de 2007