La Casta asusta

Todavía me ha parecido escuchar los ecos de los olés y las palmas cuando he llegado hoy a las Ventas, todavía olía a torero, la vibrante y emocionante faena de ayer de Rafaelillo al quinto toro dejó un aroma penetrante que permanecerá en la mente de los aficionados siempre, y cada vez que venga a ésta, desde ahora su plaza, será recordada su epopeya y respetado el héroe. Así es la afición de Madrid, incondicional con quien torea con valor y honradez. Lástima que ese maravilloso aroma inconfundible haya sido disipado de un plumazo por la terna que ha comparecido hoy: Pepín Liria, Curro Díaz y Javier Valverde, que no ha sido capaz de torear ni uno sólo de los toros de la ganadería de Cuadri que, por otra parte, no han presentado especiales dificultades. Si venían a torear tenían trabajo, desde luego, no vamos a negar que cuando hay casta hay dificultades, es laborioso e incluso puede ser arriesgado, pero ahí está el torero para superarlas. O debería estar. Si no querían torear mejor quedarse en casa que desperdiciar uno de los mejores encierros que han pisado las Ventas este año y privar a la afición de la emoción que produce ver a un torero frente a un toro encastado sea bravo o manso. En este caso el primero era manso, el segundo también pero menos y los cuatro restantes eran toros bravos y nobles que ofrecían sus orejas a un torero valiente y con oficio. Y no lo había en la plaza, ayer sí hubo un torero que con dos mansos peligrosos emocionó a la afición, insistimos precisamente para que se note la diferencia. Hoy no había toreros y los seis toros se han quedado sin torear, y además, como siempre en estos casos, han sido machacados y escarnecidos por la acorazada de picar y matados de forma indigna. Los toros no han hecho nada para que se les tuviera tanto respeto ¿miedo? Puede ser que sólo el nombre de la ganadería ya produzca pavor a muchos toreros, pero entonces que no vengan a aguarnos la fiesta, que dejen el puesto a otros. Especialmente decepcionante ha sido la actuación de Pepín Liria que tras catorce años de alternativa y una gran experiencia en este tipo de toros ha venido sin ganas, sin ánimo, sin decisión, a pasar el trago sin poner ni exponer nada. Se le notaba en la cara, en la forma de andar, en la manera de acercarse al toro, en el cite... Al cuarto toro, seguramente el mejor de la tarde, no lo ha querido ni ver, le ha recortado el viaje, ha intentado taparle para engañar al público y justificarse y le ha quitado de en medio de cualquier manera. Todo impropio de un torero. El tercer toro le ha pegado una voltereta a Valverde que le ha dejado sin respiración, suerte que le ha encunado y luego no ha hecho por él, no le ha cogido y ha podido seguir con la lidia aunque suponemos algo mermado física y psicológicamente. Ha dado muestras de valor después del trance pero no ha logrado acoplarse. Curro Díaz ha intentado torear al quinto toro en el siete, pero fuera de cacho y aliviándose, y el toro no se lo ha permitido. En su primero tampoco se ha acoplado, las excesivas precauciones tomadas le han privado de la posibilidad de triunfo. Decían por allí que los toros eran algo sosos, yo creo que se aburrían ante la impotencia de sus oponentes, si hubieran tenido una oposición digna hubiéramos descubierto un fondo inagotable de sorpresas. Y los matadores habrían salido por la Puerta Grande. Pero esa es otra historia, para que se haga realidad se necesitan toreros en la plaza. Jandro miércoles, 30 de mayo de 2007