En
esto que salió el sexto, aún mejor que el quinto, aún mucho más
que el cuarto. Y ahí estaba Perera con su interpretación posmoderna
del toreo basada en tandas ligadas y poco importa que vayan hacia las
afueras, que la pierna robótica quede atrás, que ligue encorvado,
que cite de perfil que haga carreritas hacia atrás. Pero Perera muy
inteligente supo ver que lo que pedía la gente no tenía dificultad
y con su particular paráfrasis era posible apuntillar el rotundo
éxito que le precedía en esta feria. Fue mucha puerta porque
-aunque dio unos naturales de buena colocación y ejecución- no se
vio faena concluyente, ni capote, ni estoconazo y esto en Madrid, que
se sepa, es obligatorio.
Paz Domingo - Tirón de orejas -
Nada
hizo el de Puebla del Prior con el percal (algo que al novel
presidente se le olvidó cuando sacó, con rapidez y alegría
pueblerina, los dos pañuelos), pero lo vio claro en la muleta. Y a
base de sobarlo al principio, de irlo metiendo en el trapo con
suavidad, en paralelo, sin demasiada limpieza y desde fuera, fue
encelándolo. En la tercera tanda se descubrió, por descolocación,
y el toro hizo por él. Fue sólo un susto, pero era lo que
necesitaba la gente para entregarse por completo, rendida como ya
estaba al gesto del pacense. Y con ese toreo moderno de echar la pata
atrás, fue ganándose al respetable y al toro, en lances
cadenciosos, ligados, y ya, por fin, templados, cuyo principal mérito
residía en lo bien que le dejaba la muleta preparada para ligar y
tirar de él en el siguiente lance. Además, y en contra de lo que
hacen otros muchos diestros en ese toreo julianesco, lo remataba en
la cadera, no hacia el más allá, con lo que se facilitaba la
ligazón y la descolocación antes de cada muletazo no era tan
evidente (fíjense en el epíteto). Dos magníficas tandas con la
zurda al final del trasteo fueron lo mejor, sin duda, de toda la
tarde y de otras muchas (aunque le costase encontrar hasta seis
tandas ese magnífico pitón…). Tras un desarme, por pisarle el
toro el trapo, se tiró a matar y cobró una estocada por arriba,
levemente atravesada, de la que rodó el toro como una pelota.
Rafael Cabrera - Los adolfos también embisten -
El señor que perpetra esta "Crónica" no tiene ni idea. Un faenón de Perera, y con un pedazo de Adolfo delante, ahora no podrán decir que tenia delante un inofensivo domecq
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