De decimonónica p'atras se puede calificar la corrida de Vic en la última de feria, donde seis cinqueños hermosos de Dolores Aguirre han pedido el carné a todos los que han intervenido, presidente incluído. Han aprobado a los de luces, pero al de los pañuelos se lo han quitado.
Se han lidiado seis toros de Dolores Aguirre magnificamente presentados, fuertes y musculosos, correosos y mansos ; nunca se han entregado, ni en el caballo donde se impusieron a veces por su fuerza, ni por supuesto en las muletas donde plantearon todas las dificultades que se pueda imaginar. Ninguno fue bravo de verdad, pero todos aportaron mucha autenticidad y emoción a lo largo de una tarde de pesadilla para las cuadrillas. Corrida muy ingrata pues, pero bastante menos que parte del público que tomó partido por los toros y pitó injustamente a los toreros, cuando los tres estuvieron por encima de las circunstancias. Varios toros fueron aplaudidos en el arrastre, se supone que por la emoción que aportaron.
Fernando Robleño palmas y palmas tras aviso, Javier Castaño division de opiniones y silencio, Alberto Lamelas saludos y oreja con petición de la segunda. Tres cuartos de plaza.
Manso, huidizo, listo, con 600 kilos en los lomos y más elasticidad que un gato flaco, Cantinillo, último toro de la corrida y de la feria, sembró el pánico, primero en el callejón donde amagó saltar varias veces antes de decidirse y de fallar, antes de sembrarlo en el ruedo donde nunca hizo las cosas por derecho. Vino a traición al caballo montado por Gabin Rehabi, huyó como un desesperado en cuánto sintió el bocado del hierro, y así hasta cuatro veces, quedándose sin embargo crudo como se suele decir. Con un par de, Gabin, tal como lo hacían los picadores de la edad romántica, lanzó el asalto hasta el mismo centro donde, con toda la ventaja, Cantinillo lo levantó con su montura hasta el tejado y lo tiró cinco metros más allá ; ahí sí Cantinillo volvió a la carga, contra el hombre y el picador indefensos, pero Bonijol, este ángel de la guardia de los caballos toreros, velaba. Se interpuso y por poco se lleva la cornada, levantó al caballo, lo sujetó, lo ayudó, empujó con él para compensar la carga del toro traicionero, y cuando este vio que no había manera, otra vez huyó.
Frente a semejante prenda, que hizo pasar las de Caín a su cuadrilla, para dejar los palos de uno en uno a la carrera, Lamelas optó por la vía del valor a secas. Cada muletazo olía a cornada, y cada vez que el toro lo echaba de la suerte, Lamelas volvía. Faena de toma y daca a un toro que no perdonaba una, sin poder asentar nunca los pies está claro, pero volviendo a la carga después de cada tarascada descompuesta de su enemigo. Una faena de tiempos añejos, con una presidencia demasiada moderna para poder entender que la heroicidad es un valor que se debe de premiar con dos orejas de tanto peso como las que se regalan por esportones en decenas de corridas insignificantes a lo largo de la temporada. Mal por el presidente pues, despreció la voluntad del pueblo que pedía para Lamelas una salida en volandas con las orejas en la mano, y peor por haberse pasado de soberbia para aguantar de pie la bronca que muy justamente se le dedicó. Frente a su primero, un toro que se dejo sin emplearse, Lamelas se mostró tesonero, algo impreciso pero con mucho valor. Se acoplo algo por la derecha, pero le engancho mucho por el otro pitoón. Mató de una estocada contraria vertical, hubo petición, y cuando quiso dar la vuelta lo pararon en seco...
El otro momento de mucha intensidad de la tarde fue la lidia del segundo, un manso boyante de mala casta que dio cinco topetazos en el caballo y frente al cual Adalid saludó. El toro embestía por oleadas descompuestas, humillando y haciendo casi el avión a veces, metiéndose para dentro otras, o soltando la cara a la tercera. Castaño estuvo a punto de armar el lío gordo, encadenó series muy buenas entre coladas y huidas del toro, hubo vibración, emoción, y justo cuando lo tenía en la mano, el público se puso injustamente del lado del toro. Castaño pincho, y hasta se pidió la vuelta para el toro que, muy justamente esta vez, el presidente no concedió. El quinto, segundo de Castaño, un toro grande, alto, topó también con fuerza en el peto donde Tito Sandoval le dio lo suyo. Sin embargo, ni Adalid ni Sanchez fueron capaces de ponerle un par en condiciones, por la forma de cortar el terreno que tenía. Castaño le pudo por abajo, en otra faena de sabor antiguo, y lo mató.
A Robleño le tocó un lote de nula opción : un primero manso con sentido y peligro que estuvo a punto de echarle mano, y un cuarto correoso que no pasaba nunca pero, eso si, obedecía a los toques. Con cabeza, valor y oficio, Robleño le pudo, le dio muletazos buenos de uno en uno, y escuchó un aviso por pinchar.
Después de salir Lamelas bajo una ovación fenomenal, llamaron a Bonijol para saludar desde el centro del ruedo, y justo después, peto quitado, este maravilloso caballo negro llamado Destinado, protagonista del último tercio, dio una vuelta de clamor, más fresco que un potro.
André VIARD
Nota añadida: Aquí el vídeo , de Feria TV, de la faena de Lamelas a Cantinillo
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