Pues
sí, después de tantos años de campaña en su contra, negarle el
pan y la sal al ganadero madrileño, la prensa supuestamente
especializada no podrá (si aún le queda un mínimo de honradez)
sino rendirse a la evidencia de que los toros de Adolfo… también
embisten. Es cierto, reconozcámoslo, que ha necesitado que se apunte
a su corrida un diestro del denostado G5, y que haya conseguido
hacerle la faena que podrá encumbrarlo definitivamente entre esa
misma prensa. Pero, sea por una cosa u otra cualquiera, el caso es
que ha quedado patente que cuando a estos toros de Adolfo se les
torea sin tanta precaución como es habitual, cuando se le deja la
muleta en la cara, cuando se está firmemente asentado en la plaza,
cuando se torea con decisión y con temple, los toros de este
singularísimo encaste de Albaserrada también responden, como
cualquier otro encaste de los preferidos por los coletudos.
No
sé si alguien –de esos que habitualmente ponen por las cavernas
del averno a esta ganadería o al encaste en general, que son
legión…- puede seguir creyendo que la selección en esta vacada se
basa exclusivamente en la pelea en varas o que simplemente no existe;
de todo habrá sin duda, pero, como a cualquier mediano aficionado
salta a la vista, e incluso al más indocto de los espectadores se le
ocurrirá, en las tientas también se fija el ganadero en el
comportamiento en la muleta, aunque sus directrices no sean las de la
“toreabilidad” ñoña, pastueña y mansa, sino la de la casta,
repetitividad y acometividad. Luego los hijos de vacas y sementales
aprobados saldrán como quiera la naturaleza dotarles, pero la
selección ya está hecha conforme a esos preceptos. Y ayer pudo
verse, cuando dos espadas se decidieron, cada cual a su manera (uno
con éxito y otro sin él), que los “albaserradas” de Adolfo son
tan boyantes como uno puede encontrarlos entre los “nuñez”, los
“atanasios”, o los “domecqstizados” “domecq”, aunque no
suelen aburrir como aquellos cuando se traspasa la línea de esa
“toreabilidad” hacia su consecuente y siguiente descaste
absoluto. Eso sí, hay que darles, como a cualquiera de ellos, la
distancia apropiada a cada cual, hay que ofrecerles el trapo con
sinceridad, encelarlos en el engaño, hacerles las cosas con suavidad
y seguridad, sin tirones ni brusquedades, porque, y ello también es
cierto, estos toros se complican y aprenden a toda velocidad, más
que otros encastes más bobalicones. Cuando ayer se hicieron bien las
cosas, especialmente en los dos últimos toros, éstos respondieron y
pudieron verse los momentos más interesantes del festejo,
Rafael Cabrera - Los de Adolfo también embisten -
Nota: Ya que el debate está abierto, les enlazo a lo que escribe Domingo Delgado de la Cámara y que hemos subido al blog.
Domingo ha dicho lo que algunos pensamos, eso de ganaderías toristas es algo del pasado por mas que algunos se empeñen en pensar lo contrario y no las traten de igual forma
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