- Cerró el encierro un manso que quedó crudo en varas y muy vivo y agresivo para la muleta, movía su pesado esqueleto con la agilidad de un gato. Con tendencia a defenderse geniudo en cuanto se sentía podido. Todo un "regalito". José Carlos Venegas, que confirmó hoy la alternativa, con el valor, la disposición y la ingenuidad del torero novel que quiere entrar en el circuito, se pasó al bicho por la bragueta en cada lance, bien colocado, sin trampa ni cartón, y además, con intención de quebrantar todas las embestidas y llevarlas en redondo, hacia dentro. Unas veces los muletazos salían trabados y otras más limpios, eso no importaba. El toro cantó el peligro desde el principio, enganchando al matador con saña al rematar una tanda, después todo lo que hizo y cómo lo hizo fue de un mérito extraordinario. La plaza estaba sobrecogida. Entró a matar con franqueza, dejando media estocada arriba. En otro momento, quizá hubieran aflorado los pañuelos, que menos que una vuelta al ruedo, pero el público tenía ganas de irse después de una tarde plomiza y Venegas recibió una ovación, poca cosa para tanto esfuerzo.
Vazqueño - "Cuadri a seguir en la lucha" -
Venegas, como un capa de Ciudad Rodrigo, ha puesto el corazón en el puño a la Plaza de Las Ventas dejando, a despecho de sus carencias, lo que falta cada día: pasión, voluntad de triunfo, verdad. Venegas ha vuelto a escribir en Las Ventas esta tarde, con su tosca escritura y a despecho de sus carencias, la vieja e inmortal sentencia: El toreo es grandeza.
José Ramón Márquez - Vigesimotercera de Feria. Un lance de Marco Galán y la grandeza de un tal Venegas ante los "falsos" Cuadri
El toro tuvo más de bravucón que de bravo pero cortaba la respiración en cada embestida. La fiereza. Y aquí y entonces se destapó del todo Venegas.
La muleta a la izquierda sin cata previa, frente a la puerta de Madrid, tres muletazos de sublime desgarro, encaje soberbio. Una pausa menor, y otra vez al toro, que lo sorprendió, lo empaló, le pegó una paliza mayúscula y le partió una ceja como si le hubiera pegado un puñetazo o un navajazo. Se levantó viento, a Venegas se le volaba la pequeña muleta por encima de las rodillas. No importó. La mano baja, la muleta a la diestra y una tanda en redondos de arrestos conmovedores, pero de saber torear. La reacción de la gente fue volcánica, como siempre que se aparece inesperadamente un torero. Este mismo, que se estaba jugando el pellejo y lo sabía. Y eso se notaba.
El toro, engallado en banderillas, se apalancaba, tardaba como si calculara y, más que embestir, arreaba. Pero humillando. Y escarbando de cuando en cuando. A tumba abierta Venegas. Le aconsejaron abreviar y montar la espada. No lo convencieron. No se cansó el torero hasta no sentir al toro rendido. Fue tremendo el combate. Media estocada que casi tumba al toro. Dos descabellos. Un éxito rotundo. Ganas de volver a ver al torero, que es de Beas de Segura
Barquerito
El paso adelante de Venegas fue brutal. De primeras, dispuesto a torear. La tromba se le vino encima. La virulencia de la embestida, el poder del toro, la mano que se levanta, el viaje que gana y recorta el terreno: la voltereta fue de tremenda violencia. Por la corva, el ventilador, los gañafones. El torero en el suelo hecho un ovillo, a su lado otro ovillo era la muleta. El toro quedó con ésta. Menos mal.
El hombre se rehizo. Se levantó y fue a la cara del toro. La tensión se cortaba. Venegas retó a la fiera. Se jugó el tipo en busca del imposible: torear. Por la zurda, la muleta parecía hacerse cada vez más pequeña. La emoción fue auténtica, la actitud reveladora. Venía toda esa animalidad y Venegas todavía trataba de gustarse. Esas cosas que solo pueden suceder entre toros fieros y toreros machos y que conmueven las entrañas quien llega a sentirlo. Es la cuarta dimensión del toreo.
Andrés Verdeguer - aquí su crónica -
El hombre se rehizo. Se levantó y fue a la cara del toro. La tensión se cortaba. Venegas retó a la fiera. Se jugó el tipo en busca del imposible: torear. Por la zurda, la muleta parecía hacerse cada vez más pequeña. La emoción fue auténtica, la actitud reveladora. Venía toda esa animalidad y Venegas todavía trataba de gustarse. Esas cosas que solo pueden suceder entre toros fieros y toreros machos y que conmueven las entrañas quien llega a sentirlo. Es la cuarta dimensión del toreo.
Andrés Verdeguer - aquí su crónica -
Foto: Juan Pelegrín para Las ventas
Dolorosamente, en la misma corrida coincidieron una cuadrilla "de escándalo" la de Javier Castaño y una cuadrilla "escandalosa" la de el sufrido Venegas. Toros primorosamente lidiados y toros desconcertados por lidias inexistentes. Un torero ausente: Castaño y un torero sufriente. Venegas. Un torero que no consigue superar sus heridas: Castaño y un torero que no tiene heridas porque no le dan corridas para tenerlas: las corridas de toros son la vida misma y el que no lo entienda, que aprenda.JUANSINTIERRA
ResponderEliminarCuanto siento que un torero no pueda llevar una cuadrilla en condiciones y mucho mas siento que haya quien culpe al torero.
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