los toros, en esta ocasión de El Pilar y Domingo Hernández, muy justos de presencia, sin cara —es decir, con pitones escasos y algunos sospechosos desde la grada, que no está nada baja—, ayunos de fuerza, sin casta ni codicia, pero nobles, buenísimos, con caritas de perritos falderos, de penosa flojedad y docilidad ovejera.
Antonio Lorca
Foto: J. Casares para EFE
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