En aquel tiempo, el juego consistía en superar al toro y poder más que él, en imponer inteligencia sobre el instinto de un animal de gran poderío. Aquel toro de edad reglamentaria y casta poderosa, tenía una arrancada larga y la sensación de riesgo era tan impresionante que producía, no sólo en el torero, sino también en el espectador, ese temblor de nervios que era la conciencia de la Fiesta. Bravos o mansos, aquellos toros hacían imposible el toreo monótono, repetido, reeditado muchas veces en la rotativa del tedio. Este manido toreo actual no hubiera sido posible, porque aquel toro, nuestro toro, se negaba a permitirlo. Sus distintas condiciones de bravura, casta y poder requerían toda la técnica conocida y por conocer, no ya para hacer el toreo artístico sino, simplemente, para no quedar desbordado por aquellos animales.Marcial Lalanda ( La Tauromaquia de Marcial Lalanda - Marcial Lalanda-Andrés Amorós)
miércoles, septiembre 18, 2013
Sobre la conciencia de la Fiesta
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