“El
toro cabezón y pechugón no embiste ninguno. Pero tienes que ponerle
pecho porque llegan estos perturbados de los veterinarios y dicen que
les falta cuajo. ¡Lo que me pasó a mí! En el estudio del profesor
Javier Cañón, mi ganadería sale más Saltillo que la de Victorino…
Muy sencillo: por sementales. Él [Victorino], sin embargo, se ha ido
a Ybarra por el tamaño. Lo mío se ha quedado muy chico. Si es
normal… si el toro de Saltillo es muy chico. Te busca la ruina.
Fíjate lo que me liaron en Madrid. A mí me gusta el toro de
Saltillo: montados, degollados… Aquí nos han salido jirones
después de 50 años… Hay un novillo ahí que es un poquito jirón.
Lo de Buendía está ahí. Aquí cada uno te cuenta lo que
quiere. Sinceridad,
la mínima…”. Después de sufrir la mayor vergüenza de su vida,
Adolfo mandó imprimir un cartel con las
fotos de los torosr echazados en 2010 por los veterinarios madrileños.
“Decían
que les faltaba morrillo… ¿Qué morrillo tiene el toro de
Saltillo, chalado? Las ganaderías de estos encastes no tienen
solución. Con estos perturbados de veterinarios… y la prensa que
no sabe. Que te dicen que el toro no está rematado. ¿Qué me estás
contando? ¡Si es un toro en su tipo! Y luego, cada vez que se
reúnen, dicen que hay que defender los encastes… ¡Pero qué me
estáis contando si luego no los dejáis salir a la plaza! Al final,
déjate de historias: dos petacos, 600 kilos y así de grande”.
Foto: Juan Pelegrín
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