Hoolligans

Después de cinco años ha vuelto José Tomás al ruedo de las Ventas, y para ello ha montado una parafernalia y una puesta en escena digna de un astro del rock:
De teloneros venían Javier Conde y Daniel Luque que han cumplido perfectamente su papel calentando al público sin sobresalir.
Material de primera para lidiar seleccionado en una de las ganaderías más acreditadas en toros modernos, la de Victoriano del Río que ha traído unos ejemplares perfectamente programados para que embistieran al caballo, aguantaran justos en banderillas sin caerse y se vinieran arriba en la muleta aguantando quince o veinte muletazos humillando sin molestar al torero, es decir, pastueños de carril. Lo que algunos vienen en llamar el medio toro, sea dicho sin ánimo de ofender pues los hay peores.
Y de comparsas los hoolligans, una manada de seguidores incondicionales que constantemente jaleaban con olés tanto los pases como los enganchones y que se han encargado de pedir y conseguir del Presidente la corta más espectacular de orejas para un solo diestro que yo pueda recordar, cuatro apéndices, dos por cada toro lidiado, o sea el cien por cien, una exageración.
Ha resultado un espectáculo interesante ver a un torero tan presionado por la expectación que él mismo ha creado en una plaza en la que sabe que tiene que cambiar el chip para tratar de satisfacer a esa miaja de afición que aún queda y que resulta imprescindible convencer para salir airoso de este trance.
Creo que José Tomás no necesitaba de ninguna parafernalia para volver a Madrid que ha sido y es su casa y en la que siempre se le respetó por su arte.
Porque José Tomás torea muy bien, sabe colocarse y entiende a los toros, pero como abusa de la puesta en escena se le ve envarado, demasiado quieto en ocasiones, demasiado ajustados algunos pases, poco natural casi siempre, y eso quita autenticidad a su toreo, parece haber allí un componente importante de artificio que no permite llegar a la fibra del espectador, agrada y se admira su toreo, pero no emociona, no toca la fibra, se queda en la superficie, no profundiza en el ánimo, vaya que no se te ponen los pelos de punta ni se te saltan las lágrimas, y eso es lo que queríamos que nos pasara.

Jandro
jueves, 5 de junio de 2008

Foto: Manon