martes, noviembre 05, 2013

Sobre Antonio Pérez




Independiente, emprendedor, lanzado, listo y adelantado a su tiempo, a pesar de la educación burguesa que le inculcaron en Salamanca, nunca renunció al arquetipo del ganadero charro –lo que fueron sus antepasados, entre ellos, el viejo Antonio Pérez y su hermano Fernando “el Cojo”-, alentado, probablemente, por el ejemplo de los Miura. De ellos, aprendió que el primer deber de un ganadero era de vender sus toros. Y aunque estos, en Salamanca, al igual que les sucedía a los aristócratas andaluces, podían ser considerados las joyas de una explotación agrícola, desde el comienzo, el joven Antonio tuvo muy claro que, sobretodo, tenían que resultar rentables. Por eso, en El Villar, pero principalmente en San Fernando, fomentó la imagen del ganadero moderno, cambió el traje charro por el corto, importó a Salamanca las faenas de acoso y derribo y acabó con el retrato del ganadero derrochador y diletante que había prevalecido hasta entonces en muchas explotaciones.

En una palabra, profesionalizó el oficio e inventó el marketing moderno en el mundo del toro, gracias a su innato talento de vendedor, donde se combinaban a partes iguales su respeto hacia el cliente, el valor de la palabra dada... y un agudo sentido de la picaresca que, a la hora del trato, lo convertía en un personaje irresistible. En El Villar y en San Fernando, don Antonio pasaba los días a caballo, vestido de corto. Seguía a sus rebaños a lo largo de la trashumancia, cerraba acuerdos, compraba, vendía, ganaba…, eso sí, con señorío, elegancia y no poca gracia. En escasos años, se convertiría en el mejor vendedor de toros de su época y en uno de los mayores de la historia. Cuando iba a Madrid, el hotel donde se alojaba se convertía en el epicentro del planeta taurino. En dos días, recuerdan los viejos taurinos, vendía su camada entera. ¡Cuántas trampas hizo a sus colegas, aconsejándoles pedir mucho dinero a los empresarios para, inmediatamente, ofrecer una pizca menos y cerrar el trato! Quien entraba en San Fernando sólo para informarse, salía con algo debajo del brazo: una corrida, una novillada, un toro suelto... No es de extrañar que don Antonio les profesara a los hijos de Eduardo Miura una gran amistad. Ellos también habían aprendido de su padre que el toro puede y debe ser negocio, a condición de que encuentre su mercado. Y como bien dice Eduardo Miura IV hoy: “no hay que confundirse: el toro comercial es aquél que mejor se vende”.

1 comentario:

  1. Es decir, y a pesar de todo, fue uno de los precursores del entierro de muchos de los valores de la fiesta en general y en Salamanca en particular. A él se debe, por ejemplo, y por intereses propios, la obsesión del peso de los toros en detrimento del trapío....

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