Con fecha 15 de agosto de 1940 recuerdo que Pablo Suárez Pozo Aldeano picó de forma tan excepcional al octavo novillo de don Manuel González (Contreras) que en pago a tan magistral labor Manolo Martín Vázquez le brindó la muerte del novillo. «Me dieron las dos orejas -me dijo-. Esto para mí y esto para Aldeano. Dimos la vuelta al ruedo cada uno con una oreja. En los medios se vino para mí con los brazos abiertos y cayéndole las lágrimas por la chaquetilla, me dio un abrazo sin poder decir ni una palabra».
Remitimos al lector al suceso ocurrido el 2 de junio de 1946 en la Monumental. Dispuso el señor Balañá el siguiente programa: Seis toros de los herederos del duque de Tovar, de buen trapío, que estuvieron expuestos a la vista del público, para Juanito Belmonte y Luis Miguel Dominguín. Me ocuparé de la lidia del segundo toro, de nombre «Vinagrero» número 26, negro jirón, fino de agujas y patilargo. Con sus puntos de abanto para los de a pie. El picador Manuel Suárez Pozo Aldeano chico, hermano del anterior, dio una lección magistral en la suerte de varas que recobró aquella tarde sus viejos resplandores.
El público sorprendido ante tanta belleza tributó a el Aldeano chico uno de los homenajes más emocionantes que recuerdo. Fueron tres puyazos soberbios. Alegró al toro con el caballo, lo citó de frente, le cambió el terreno para encelarlo y darle más ventajas, provocándole así la arrancada. Aguantó firme con el poderío de su brazo sacando limpio el caballo de los tres tremendos encuentros. Entre música y aclamaciones discurrieron los tres puyazos, al término de los cuales Aldeano chico hizo buen acopio de cigarros puros.
Luis Miguel Dominguín le hizo salir al ruedo, luego le brindó el toro y arrastrado éste, ambos dieron la vuelta al ruedo. Dominguín, como buen relaciones públicas invitó a Aldeano chico a recorrer el anillo. Es decir, Aldeano primero y Dominguín después. Este era el orden.
Jamás he vuelto a ver en mis sesenta y ocho años de asistencia a las plazas de toros una resurrección de la suerte de picar tan bella y perfecta. Ni admirar la reacción del público, su entusiasmo delirante al ovacionar clamorosamente a un soberbio picador, a Manuel Suárez Pozo, Aldeano chico.
Antonio Santainés
Nota: el autor añade:
Pero el tiempo lo descubre todo. Cual no sería mi sorpresa al leer en el número extraordinario de Dígame correspondiente al 13 de marzo de 1970 que al llegar a Madrid, Luis Miguel agradeció los servicios prestados a Aldeano, le preparó la cuenta y causó baja de la cuadrilla.
Transcribo literalmente cuanto dice Dígame sobre la cuestión. «...Y precisamente por eso, por ser Aldeano chico un estilista de la suerte de picar, tuvo que salir de la cuadrilla de una gran figura del toreo, porque en Barcelona picó un toro con tal arte y fue tal la ovación que se ganó, que el matador lo "remitió" a Madrid después de la corrida diciéndole que las palmas en la plaza eran para él y no para sus subalternos».(...)
Dominguín lo emponzoñó con el acíbar de la envidia, que es mala compañera. Le firmó el finiquito, inmortalizando con ello la enorme figura de Aldeano chico.
Foto: Vía blog de Agustín Hervás
Eso mismo hizo Joselito Arroyo en Sevilla con Martín Recio.
ResponderEliminarLuis.