viernes, noviembre 22, 2013

Alfredo Corrochano o la naturalidad


Son dos momentos de una faena. Se le ve en uno cargando la suerte, tirando del toro, que va enganchado por su codicia en los vuelos de la muleta, que tiene siempre a la misma distancia, porque el torero, con valor, con temple, con naturalidad va toreando al ritmo del toro y se le pasa serenamente, sin un extraño, sin una contorsión, sin levantar un pie del suelo, donde se le ve afianzado de planta, no de puntillas, inconmovible. Y en el otro pase, más dominado el toro, más entregado a la maestría clásica del toreo, se recrea en rozarse con él, en acentuar la reunión, en un milagro de escultura. Y en los dos, fijarse en los pies. ¿Es posible mayor quietud, más valor sereno y tranquilo, más naturalidad y clasicismo en toda la figura, hasta el abandono del brazo derecho con la espada tendida? No cabe más. El que torea así es un clásico.

J. Carmona (Abc el 9/12/1930)

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