En lo de Montalvo
existen, por supuesto, los pelos heredados de los viejos Martínez, empezando
por el famoso berrendo. “Antes -continúa Alberto-, había muchos berrendos,
bragados, colorados y hasta algunos salpicados. Hasta he visto vacas salineras
o coloradas salpicadas...”. El toro veragueño Español de Pérez de la Concha
dejó su huella. Abundan también los colorados más o menos tostados, pero ya
tienen poco que ver con el colorado encendido de lo de Jijón. En lo de Montalvo
también, así como en lo de Ybarra, se aprecia más alzada, más cuajo, más caja,
mientras que lo de Daniel es más armonioso. Y esta variedad de tipos y
hechuras, lejos de ser un defecto, aumenta las posibilidades del ganadero para
hacer evolucionar al toro que pretende criar.
A pesar de proceder, en parte, de un encaste muy minoritario y casi
extinguido (lo de Martínez sólo queda en la ganadería de los hermanos Quintas
en Colmenar de Arroyo, donde, por supuesto, viajaremos en otra ocasión), el
ganadero no duda en calificar su toro de “moderno”, puesto que decidido
evolucionar para adaptarse a los tiempos desde la llegada de Diano en 1904. Lo
que no ha cambiado en Calzadilla, sin embargo, son los métodos ancestrales de
crianza: pastos ricos, cercados inmensos, cubrición natural y rotación de los sementales
para abrir el abanico.
[…] Dice Juan
Ignacio Pérez-Tabernero: “Yo aquí tengo parte puras y partes cruzadas con
sementales Jandilla de Daniel Ruiz. Luego, por absorción echo toros de Daniel a
lo de Martínez, o al revés: a algunas vacas de Daniel le echo el toro de
Martínez. Puro de Martínez tengo 31 vacas y un toro […] Lo de Montalvo tiene
tamaño -asegura el ganadero-, da más cuerpo y más fibra. Lo de Daniel sale muy
noblón, pero con lo de Martínez sale con más
chispa, más motor”.
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