martes, noviembre 19, 2013

¿Patrimonio? ¿Cultural? ¿Histórico?


El Senado ha ratificado por 144 votos a favor, 26 en contra y 54 abstenciones, la declaración de la tauromaquia como “Patrimonio Cultural” de España. Antes de esta proeza hercúlea, la tauromaquia no lo era. ¿Y si no era ni patrimonio, ni cultural, qué era?. Pues la tauromaquia era algo que estaba ahí, algo como la mosca sobre la costra de la herida, como el verdín sobre las piedras de las catedrales o como la sombra de un puente romano sobre el agua.
De años a esta parte, la tauromaquia se ha convertido en una presencia inútil, incómoda e inevitable. Hay miles de razones para estar en su contra , como las hay para estar en contra del dolor, del hambre, del desamparo y de la injusticia. Pero el dolor, el hambre, el desamparo y la injusticia existen y salen a nuestro encuentro cada día desde la puerta de chiqueros de Internet o de nuestras propias vidas. En nuestra cultura aséptica y tecnológica, ¿quién nos prepara para enfrentarnos a esos toros portadores de la muerte, de nuestra muerte ética o física?, ¿Quién nos prepara para hacerle frente al miedo, al dolor, al desamparo?, ¿un videojuego?, ¿la Seguridad Social? ¿la iglesia Católica?, ¿hacernos vegetarianos? ¿Paulo Cohelo o Jorge Bucay?.
La tauromaquia fue un invento de una rama de los ilustrados del siglo XVIII, un grupo de hombres y mujeres iluminados, empeñados en modernizar España a golpes de pedagogía. Su empeño era enseñar a nuestro humillado, supersticioso y empobrecido pueblo una idea clara: el único arma válido para conducirse en la vida es “la razón” . La tauromaquia fue su manera de enseñar a ese pueblo, sometido secularmente al poder de la iglesia a enfrentarse a los problemas esenciales de la vida, a su propio destino, sin la presencia de Dios. Este cambio de paradigma fue una revolución.
Una pequeña y tímida revolución contestada por dos Papas romanos que se opusieron duramente a ella desde el comienzo.
En las corridas de toros, ese Dios omnipotente que hasta ese siglo XVIII estaba en todas partes, dejó de tener sitio. En las corridas de toros está la muerte, el miedo, el dolor, la incertidumbre; están la justicia y la injusticia, a veces hasta la belleza, pero por ningún lado aparece la sombra de Dios. Dios se queda fuera, en la puerta, sobre el altar de una pequeña capilla.
No deja de ser curioso, que aquella ceremonia inventada por aquellos ilustrados para “modernizar” nuestra manera de estar en mundo, sea ahora una actividad retrograda, onerosa, envilecida, manipulada, encanallada y sangrienta, necesitada de una protección de papel mojado, frente a los vientos huracanados de una opinión pública de nuevo fanatizada por un nuevo tipo de iglesia: la iglesia naif de “la autoayuda”. 




Foto: De Gorka Lejarcegi y corresponde al proyecto de Miguel Ángel Blanco, Historias Naturales, que se expone en el Museo del Prado.

1 comentario:

  1. Soy amante del arte taurino, me parece excelente que se haya nombrado patrimonio cultural, en México hay muchas ganaderías una de las mas importantes al ganadería barraba de Luis Alvarez Saiz http://luis-enrique-alvarez-saiz.com esperemos que pronto se pueda nombrar patrimonio aquí también.
    Saludos.

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