El
Senado ha ratificado por 144 votos a favor, 26 en contra y 54
abstenciones, la
declaración de la tauromaquia como “Patrimonio Cultural” de
España. Antes de esta proeza hercúlea, la tauromaquia no lo era. ¿Y
si no era ni patrimonio, ni cultural, qué era?. Pues la tauromaquia
era algo que estaba ahí, algo como la mosca sobre la costra de la
herida, como el verdín sobre las piedras de las catedrales o como la
sombra de un puente romano sobre el agua.
De
años a esta parte, la tauromaquia se ha convertido en una presencia
inútil, incómoda e inevitable. Hay miles de razones para estar en
su contra , como las hay para estar en contra del dolor, del
hambre, del desamparo y de la injusticia. Pero el dolor, el hambre,
el desamparo y la injusticia existen y salen a nuestro encuentro cada
día desde la puerta de chiqueros de Internet o de nuestras propias
vidas. En nuestra cultura aséptica y tecnológica, ¿quién nos
prepara para enfrentarnos a esos toros portadores de la muerte, de
nuestra muerte ética o física?, ¿Quién nos prepara para hacerle
frente al miedo, al dolor, al desamparo?, ¿un videojuego?, ¿la
Seguridad Social? ¿la iglesia Católica?, ¿hacernos vegetarianos?
¿Paulo Cohelo o Jorge Bucay?.
La
tauromaquia fue un invento de una rama de los ilustrados del siglo
XVIII, un grupo de hombres y mujeres iluminados, empeñados en
modernizar España a golpes de pedagogía. Su empeño era enseñar a
nuestro humillado, supersticioso y empobrecido pueblo una idea clara:
el único arma válido para conducirse en la vida es “la razón” .
La tauromaquia fue su manera de enseñar a ese pueblo, sometido
secularmente al poder de la iglesia a enfrentarse a los problemas
esenciales de la vida, a su propio destino, sin la presencia de Dios.
Este cambio de paradigma fue una revolución.
Una
pequeña y tímida revolución contestada por dos Papas romanos que
se opusieron duramente a ella desde el comienzo.
En
las corridas de toros, ese Dios omnipotente que hasta ese siglo XVIII
estaba en todas partes, dejó de tener sitio. En las corridas de
toros está la muerte, el miedo, el dolor, la incertidumbre; están la
justicia y la injusticia, a veces hasta la belleza, pero por ningún
lado aparece la sombra de Dios. Dios se queda fuera, en la puerta,
sobre el altar de una pequeña capilla.
No
deja de ser curioso, que aquella ceremonia inventada por aquellos
ilustrados para “modernizar” nuestra manera de estar en mundo,
sea ahora una actividad retrograda, onerosa, envilecida, manipulada,
encanallada y sangrienta, necesitada de una protección de papel
mojado, frente a los vientos huracanados de una opinión pública de
nuevo fanatizada por un nuevo tipo de iglesia: la iglesia naif de “la
autoayuda”.
Juansintierra ( vía: 2º Semanal noviembre 2013 del Marañón Club )
Foto: De Gorka Lejarcegi y corresponde al proyecto de Miguel Ángel Blanco, Historias Naturales, que se expone en el Museo del Prado.
Soy amante del arte taurino, me parece excelente que se haya nombrado patrimonio cultural, en México hay muchas ganaderías una de las mas importantes al ganadería barraba de Luis Alvarez Saiz http://luis-enrique-alvarez-saiz.com esperemos que pronto se pueda nombrar patrimonio aquí también.
ResponderEliminarSaludos.