“..¿Cómo toreó Chicuelo? Como nunca se ha toreado, como jamás se toreará. .Comienza con cuatro naturales estupendos, ligados con uno de pecho soberbio. La ovación vuelve a reproducirse y los olés atruenan el espacio. Vuelve a ligar- siempre con la izquierda- otros tres naturales soberanos. La plaza es un clamor y el público, enardecido, loco, jalea la inmensa faena. Pero lo grandioso, lo indescriptible, lo que arrebata al público hasta el delirio, es cuando el torero, ¡el torero!, ejecuta cuatro veces el pase en redondo girando sobre los talones en un palmo de terreno. Es algo portentoso, de maravilla, y de sueño. Suave, lento, el toro va embebido, prendido, sugestionado, describiendo dos círculos en torno al artista, que permanece inmóvil en el centro. Ahora el público no aplaude: grita, gesticula, se abrazan unos espectadores con otros, y de pronto, como si el mismo entusiasmo hubiera prendido en todas las manos, la plaza se cubre de blancos pañuelos, como una inmensa bandada de blanca palomas, que agitan las alas pidiendo la oreja para el sublime artista, que liga otros dos naturales inmensos, dos ayudados magnos, un afarolado maravilloso, altos y cambiados sublimes. Cada muletazo es un alarido Señala un pinchazo y continúa su grandiosa, portentosa faena, creciéndose, con otros cuatro naturales de asombro y dos de pecho soberbios. Otro pinchazo y otros dos naturales enormes. La plaza parece un volcán que tuviera fuego en sus entrañas. El entusiasmo del público llega al límite del paroxismo. Vuelve a entrar a matar y coloca una media estocada superior. Se hace en la plaza un silencio augusto. El toro por un momento se mantiene en equilibrio, y rueda a los pies del maravilloso, del excelso artista…los catorce mil pañuelos flamean pidiendo las dos orejas para premiar la gloriosa hazaña…Le conceden las dos orejas y se interrumpe la corrida para que Chicuelo de dos vueltas al ruedo. Ha sido la obra de un dios, de un iluminado, de un loco sublime y genial…. ¡Salve, Chicuelo!, ¡Salve tu arte soberano! Cuando todo se borre y pierda en la historia del toreo, quedará esa faena como una cumbre memorable, que elevará solitaria su cima al infinito”.
El Imparcial, Federico M. Alcázar.El pasado sábado se cumplieron 85 años de la faena de Chicuelo a “Corchaito”, de Graciliano Pérez Tabernero.
Vía: Antonio Pineda
Pero ese toro no es Corchaíto, que era calcetero de atrás
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