La tragedia apareció en el ruedo muy pronto, en la segunda serie de la faena al primer toro de la tarde Julio Aparicio resultó cogido por el cuello y por su propio pie se retiró hasta el burladero más próximo desde donde fue trasladado a la enfermería. El toro, un bobalicón inválido de Juan Pedro Domecq le atravesó el cuello y después de destrozarle el paladar le salió por la boca.
El murmullo de la tragedia circuló por le callejón invadiendo el ánimo de los toreros, un halo desdichado circundaba la plaza cuando el segundo toro volteó a El Cid de manera espectacular aunque sin consecuencias. La foto de la tremenda cogida pasaba de móvil en móvil por los tendidos. Resulta difícil mantener el ánimo alto ante estas adversas circunstancias. Todo se trastoca, el orden de lidia y la moral de las cuadrillas.
Pero la profesionalidad de Morante y de El Cid se impuso en todo momento y pudimos apreciar detalles de torería muy inspirada, de arte torero de verdad en los capotes de ambos y en algunas series con la muleta. También Aparicio había recibido al primer toro con verónicas primorosas y la tarde que pudo acabar en rotunda tragedia tornó a triunfo en el sexto toro al que El Cid cortó una oreja.
De los seis juanpedros inválidos y sin fuerzas que saltaron al ruedo se devolvieron dos y uno de los sobreros de Gavira. Si lo mejor de esta ganadería viene a Madrid nos preguntamos cómo será el resto, Juan Pedro pretende conseguir el toro-bombón, pero a costa de sacrificar casta y fuerza y así no sirve para la lidia y además ha infectado toda la cabaña de bravo. Debería eliminar la ganadería completa y comenzar de nuevo como han hecho tantos ganaderos a lo largo de la historia para seguir sus pasos que finalmente han resultado fallidos.
Jandro
sábado, 22 de mayo de 2010
Foto: paloma Aguilar
Admirado Jandro: enhorabuena por el título de tu crónica. No es que el resto no me guste, pero ese título: "adversidad vencida" es realmente un retrato de lo ocurrido ayer. Lo único que matizaria, si me lo permites es el sujeto mismo de la adversidad. Para mi, lo ocurrido a Aparicio, por desagradable y terrible que sea, no deja de ser un accidente. Son gajes de ese arte peligroso e imprevisible que se llama torear. Pero ayer, vimos a alguien (el Cid) sobreponerse realmente a su propia adversidad. Le vimos vencer sus propios fantasmas y haciendo de tripas corazón, darle distancia y embarcar a un toro astifino que si bien no era un "adolfo" tampoco era un marmolillo. Ese sobreponerse a la adversidad, venciendose a si mismo para volver a ser el quese fue, es para mi la maxima grandeza de un torero. D<e eso sabe mucho Antoñete. Pero para ser justos, tengo que decir que si "el Cid", ha conseguido esa proeza de sobreponerse a sus fantasmas o hacerlo al menos en parte, se lo debe fundamentalmente a la sensibilidad de esta bendita plaza de las Ventas a la que los taurinos y demás cuchipanda califican de "insensible", cuando no de cruel matadero de toreros. He visto las tres tardes del Cid, he escuchado los murmullos de la plaza, cuando no se ponia como debia. Cuando la aflicción le hacia ahogar las envestidas y torear al hilo del pitón.Pero salvo raras escepciones, se le ha animado, se le ha jaleado cualquier atisbo de toreo, por pequeño que fuera. Tanto ha sido el cuidado y el mimo de esta plaza con El Cid, que ha la tercera tarde se ha producido el milagro. Ayer, delante de Morante y venciendo a la adversidad de un compañero y a suya propia, El Cid comenzó a cabalgar de nuevo. Hoy estoy orgulloso de sentarme desde hace veinticinco años en la grada del seis de esta bendita Plaza de las Ventas del Espiritu Santo.Juansintierra
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