miércoles, enero 03, 2007

Tiempos de jinetes


"Entonces tenìa el caballo primerìsima importancia, no habìa llegado siquiera el ferrocarril y habìa que seguir las Cañadas Reales hasta llegar a plazas tan distintas como Bilbao o Barcelona. A la fuerza tenìa haber entonces grandes jinetes para llevar dominados los toros tantos kilòmetros (leguas, perdòn), sobre todo al cruzar los pueblos.
- Padrito fue de a caballo con las corridas de aquì a Badajoz y a La Coruña. Y cuando el calor apretaba, clavaban las garrochas en el suelo y ponìan una manta encima para hacer sombra..."
"Viaje a los toros del Sol" en el capìtulo dedicado a las " Señoritas de Terrones"
Foto de esta nueva pàgina a la que he llegado gracìas a Campos y Ruedos

1 comentario:

  1. "Un día divisamos al Conocedor, era El Quemao y seguimos contemplando el desfile...; de pronto un toro supo desarroparse del abrigo de los cabestros y torció a la izquierda buscando la defensa de un pinar cercano...La garrocha al hombro, sin escofinar, rígida, inflexible -majagua pura- formaba una cruz con el jinete; después se convirtió en espada cuando los cuernos de Pelegrino quiseron ser cuchillos...El Conocedor desafió al toro, que en arrancada de vértigo buscó la doble presa..era el momento de que la cruz se convirtiera en espada, y El Quemao espoleó a la jaca, balanceó la garrocha y buscó al enemigo, el hierro punzante se clavó en los cuartos traseros del toro, brotó sangre..., Pelegrino se entregaba a sus compañeros con el bochorno de la impotencia.
    Que digan cómo se peina la cola los viejos centauros de la Isla; que hablen los Díaz, los Mayo, los Quemaos...Y si la voz de los actuales no sirve por adaptada, repasemos la historia de sus padres y abuelos nacidos y criados en La Isla.. A nuestros oídos llega el doblar reciente de las campanas de Coria por Migueliyo el Niño. El cortijo de Cuarto envía mensajes al de los Gallos con relatos del Conocedor famoso, y todavía los descendientes de Don Eduardo piden pañuelos para secar lágrimas en el entierro del Nino... Si Migueliyo viviera nos podría contar la historia de cuarenta años viendo cómo peinaban los toros la cola de su caballo...". Del libro "Prosas de vega y marismas" original de Salvador Fernández Álvarez (1947).

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