En mi modesta opinión de viejo
aficionado, viendo lo que estamos viendo en esta feria de San Isidro, es
importante fijar un par de detalles sobre el arte de banderillear. Para ello seguiremos
la senda de los grandes maestros, como por ejemplo, Manolillo de Valencia, para
muchos, el mejor banderillero de la posguerra. Lo primero es dejar claro que
para banderillear, como para torear, es imprescindible la naturalidad. Se trata
de clavar sin dar brincos, ni imitar el vuelo de superman. El banderillero tratará
de cuadrar en la cara, elevar los brazos, y salir del embroque apoyándose en la
punta de las banderillas, con naturalidad. Este último detalle es especialmente
significativo, el par debe concluir saliendo del par andando. Si se sale del
par corriendo despavorido, como el que huye tras cometer un delito, significa
que la suerte no se ha ejecutado con
conocimiento de los terrenos y las querencias. Por lo tanto, elogiar pares de
banderillas ejecutados tras un salto olímpico, seguido de una carrera despendolada
con salto mortal sobre el estribo de la barrera y caída en el callejón, es conceder un premio tal vez
exagerado.
Juansintierra
Foto: Manolillo de Valencia, padre de Luis Carlos Aranda, en el
festival a favor de “El Campeño”, 20 años después de retirarse.
Mucha razón tienes amigo, la naturalidad es la base del buen toreo en todos sus tercios cuyo pase más importante se llama así: natural.
ResponderEliminarLos saltos, cabriolas, carreras y encontronazos con el toro son claramente deméritos que afean la suerte.
El problema es que hoy se aplauden piruetas que no tienen ningún valor torero aunque se ejecuten en las proximidades del astado.
Acaso, les interesa a los maestros que se luzca se cuadrilla y les quite protagonismo ?. A partir de ahí, excepto Castaño que cubrió sus limitaciones con tres excelentes banderilleros.El resto ha tenido que hacerse de perfil bajo y no lucirse, si quieren que les llamen para ir en una cuadrilla fijos y lo mismo con los picadores.
ResponderEliminarSí señor, natural, estupendo, artístico; ¡y a su edad! Nunca me han gustado esas muestras circences de saltos absurdos (es decir, los exagerados) como bien los ha explicado Vd. // Atte., Torotino.
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