Encarnaba toda la gloria de los que son toreros porque lo parecen. Caminaba como hablaba, con el argot entre gitano y puramente taurino de un mundo en constante peligro de extinción. Resucitó la trigonometría invisible de saber citar-templar y mandar, con la chispa barroca de la improvisación de quites y adornos como quien se deja perder en un jazz sobre melodías que todos memorizan. Redefinía la callada liturgia de ese raro mundo que suscita tanta ira y tanto encono en los antitaurinos, capaces no sólo de celebrar la muerte de un banderillero sino de reírse ante el trance que ahora vive un hombre que sólo ha venido a este mundo para ganarse la vida. En eso, desde aquí, intento cargarte en hombros, Rodolfo (que te llamas igual que el Indio Grande que conquistó España tantos siglos después de que Cortés llegara a Veracruz). Te llevo en andas, por la calle de Alcalá y te pienso en Las Ventas, el templo que nunca te vio dibujar alguna de las muchas enfebrecidas filigranas con las que marcaste ya un capítulo de oro en la historia del toreo.
Jorge F. Hernández - Aquí el artículo completo -
El Pana pertenece a un mundo regido por la pasión. La pasión por la vida. Esa es la condición imprescindible para vivir y torear con fundamento. Cuando la pasión dirige nuestros actos, estos adquieren una cualidad insustituible, son verdad. El Pana tenia verdad, su verdad, y por lo tanto torería. Los toreros actuales tienen "couch", entrenador personal, jefe de prensa, fisioterapeuta y psicólogo, pero carecen de pasión. Son "profesionales". Torean siempre igual, en todas las plazas y placítas, al mismo tipo de toro entontecido. Para ellos, la pasión es una imperfección, un estorbo, exactamente igual que la torería. ¡Viva el Pana, viva la pasión!.JUANSINTIERRA
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