Extraordinario
el murciano con el toro. Exhibición de valor, de aplomo y de amor
propio. Determinación brutal para estar como estuvo. Para hacer
frente a las complicaciones del animal. El toro, bien hecho y
enseñando las palas, tomó tres varas. En ellas se dejó parte de su
fondo. Llegó a la muleta desarrollando sentido y parándose,
negándose a embestir. Utilizó ese sentido para defenderse. Parecía
imposible poder levantar aquello, pero a base de valor consciente,
serenidad y una fe en sí mismo inquebrantable, se jugó la vida. Le
pisó los terrenos al astado, ganándole siempre la acción y
obligándole a tirar para adelante. Aguantó tarascadas, miradas y
dos o tres parones en los que se dejó llegar los pitones a la
barriga. Actuación de mucha entereza, con naturales sueltos buenos.
Se vivió todo con tensión, asustando a la gente. Labor sin trampa
ni cartón. Pinchazo y estocada en lo alto muy certera.
Iñigo
Crespo en Aplausos
-a
Malagueño, tipo alimaña, de pitones pavorosos y buscando las
femorales en cada embestida. Enfrente Rafaelillo para jugarse la vida
sin cuento, para ponerse en el terreno de la muerte y buscar en cada
movimiento, a centímetros del infierno de aquellas astas, un pase,
un muletazo, uno a uno, sin un pestañeo, sin una renuncia.
Carlos
Illán en Marca
-Su
segundo, Malagueño, número 7, era un toro que movía a
equívoco, pues su seriedad y su trapío imponían un respeto enorme,
aunque el toro no fuese ni mucho menos una alimaña. El animal no
albergaba en su cabeza lo que se dice intenciones asesinas, aunque sí
que planteaba problemas. A este toro lo recibe Rafaelillo con un
capoteo de mucho dominio y mando rematado con una media que podía
haber firmado Machaquito. Rafaelillo ve muy claro desde el
principio el registro de valor y de pundonor en el que debe basar su
trasteo y consigue construir una faena emocionante, puede decirse que
sacados los muletazos de uno en uno, en la que busca la rectitud del
toro, aguanta las pavorosas miradas de Malagueño y sus
parones, se muestra muy firme en dejar puesta la muleta en la cara
del toro y está atento a sus medias embestidas para salirse
ágilmente de la suerte cuando el animal alza la cabeza en mitad del
muletazo. Consigue confiarse con el toro y entonces le saca algunos
naturales de gran emoción. Se adorna a la antigua, rodilla en tierra
acariciando el pitón y deja un pinchazo y una estocada desprendida
bastante eficaz. El toro, herido de muerte, se va hacia las tablas
del 9 donde rueda.
José
Ramón Márquez en Salmonetes...
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