Escribe el poeta y aficionado Felipe Benìtez Reyes:
"¿ Què busca la gente en una corrida de toros? ¿Diversión? Serìa, desde luego, poca cosa: una función de toros no divierte, y las màs de las veces aburre. ¿Emoción estètica? Ya resultarìa excepcional que la gente, que por lo general tiene alma de cabrero, buscase emoción estètica precisamente en un arte en el que esa emoción està oculta , agazapada tras oropeles y brillos fatuos. Por extremado deterioro del gusto y del sentido, además.
Uno ignora, de veras, còmo pueden ir poblándose los tendidos mientras se aproxima el toque de clarín: “A ver que demonios ocurre”. Como un pitido ramplón que hace las veces de heraldo del enigma: “ A ver que demonios...”.
Y las plazas, tarde tras tarde, se llenan, o como poco, se cubren. Y uno se pregunta que hace allì tanta gente, y para què.
Porque luego ese pùblico misterioso –del que ignoramos sus motivos, su sentido, su pretexto- se encandila con la pantomima, con la trampa y el cartón. ¿Y eso le divierte?¿Y eso es emoción estètica o cosa parecida?
Se pregunta uno, con muy seria extrañeza, què hacen esos tipos saltando del asiento cuando ven algo que es precisamente lo opuesto a lo que en lógica cabe esperar que vinieron a ver: torear. Y el toreo, o se hace por derecho o se hace otra cosa...que ya no es toreo: espectáculo con toros, función de malabarismos castizos. Lo que se quiera. Pero toreo no.
Uno mira a sus vecinos de tendido y se acaba preguntado: “ Pero, ¿què demonios...?”
Uno ignora, de veras, còmo pueden ir poblándose los tendidos mientras se aproxima el toque de clarín: “A ver que demonios ocurre”. Como un pitido ramplón que hace las veces de heraldo del enigma: “ A ver que demonios...”.
Y las plazas, tarde tras tarde, se llenan, o como poco, se cubren. Y uno se pregunta que hace allì tanta gente, y para què.
Porque luego ese pùblico misterioso –del que ignoramos sus motivos, su sentido, su pretexto- se encandila con la pantomima, con la trampa y el cartón. ¿Y eso le divierte?¿Y eso es emoción estètica o cosa parecida?
Se pregunta uno, con muy seria extrañeza, què hacen esos tipos saltando del asiento cuando ven algo que es precisamente lo opuesto a lo que en lógica cabe esperar que vinieron a ver: torear. Y el toreo, o se hace por derecho o se hace otra cosa...que ya no es toreo: espectáculo con toros, función de malabarismos castizos. Lo que se quiera. Pero toreo no.
Uno mira a sus vecinos de tendido y se acaba preguntado: “ Pero, ¿què demonios...?”
Copiado del nùmero 3 de la revista "Taurologìa" (primavera 1990).
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