lunes, septiembre 03, 2012

"Antoñete en Las Ventas en 1981. El torero de la verdad" de José Campos Cañizares


En julio tuve la suerte de coincidir en Azpeitia con José Campos Cañizares quien tuvo la amabilidad de regalarme su trabajo "Antoñete en Las Ventas en 1981. El torero de la verdad" publicado en la revista "Encuentros en Catay".
Cometí la torpeza de dejarme el libro en Madrid  al irme de vacaciones. Ahora, tras la vuelta de las mismas tengo  la suerte de tener este libro en mis manos. Les copio el inicio, para que se vayan haciendo una idea de lo que hablo:
Para muchos aficionados a los toros la muerte de Antonio Chenel Antoñete (22 de octubre de 2011) ha venido a ser un momento de replanteamiento y de reflexión, sobre qué es el torero y su significado. Parece que de la misma manera a cuando reapareció en la temporada de 1981, ahora treinta años después, la estela de su tauromaquia hubiera hecho caer en la cuenta, a aquellos que le vieron torear, que la acción de ser torero no es sólo la capacidad de dar pases- como ya especificó, entre otros Domingo Ortega-, ni de exponerse ante las astas de los toros en mayor o menor grado, sino de hacerlo de acuerdo a unas reglas, en posesión de una técnica, un hondo sentido estético y un sentimiento. Lo cual representaría realizar el toreo con arreglo a una verdad, a un conocimiento, a una pureza y a un compromiso. A un poner en relación de una vez por todas sin solución de continuidad la vida con la tauromaquia, como ocurrió en aquel 1981 en el que Antoñete restauró - en todas las plazas donde actuó, y en concreto en la plaza de toros de Las Ventas, en Madrid -, la senda taurómaca clásica en la que habían caminado unidas hasta entonces la dignidad de la existencia humana y la grandeza del toreo. Una ética y una espiritualidad para el toreo.
En la nota de pie de página escribe:
El escritor José R. Márquez comenta que el toreo de Antoñete nacía del clasicismo, de la elegancia, del 2mando", y de la obra bien hecha, aspectos " que nos mostraron de forma indeleble la grandeza y la belleza del toreo eterno, el que está basado en la verdad, es decir en la asunción del riesgo desde el conocimiento y el oficio.
Nota: iré subiendo citas de este ejemplar trabajo 

1 comentario:

  1. Estando absolutamente de acuerdo con las tesis que se exponen, me gustaria añadir desde la experiencia del que vivió esos hechos desde el balcón de la Grada del 6, de la plaza de las Ventas, que el toreo de Antonete nacía sobre todo de "la naturalidad". Ver torear a Antoñete era ver a un señor, en el mas noble sentido de la palabra, que andando despacito se colocaba sin provaturas ni aspavientos; sin arrastramiento de "pinrel" ni contoneos "semanasanteros", en el lugar exacto en el que el toro le iba a embestir. Y sorprendentemente siempre le embestia. Sin rectificar terrenos y sin llamar a un zahorí. Ponia la muleta con naturalidad y con la misma naturalidad el toro se le arrancaba. En cada momento de la faena a la distancia distinta que los terrenos, el agotamiento del animal y las circunstancias de la faena requerian. Asi de sencillo y así de imposible.
    Otro detalle de la naturalidad de Antoñete se puede ver en las fotos. En todas las fotos se le ve la cabeza. Parece un detalle menor, pero a la casi totalidad de los toreros actuales, su colocación corporal es tan retorcida y tan tumbada que en cuanto la foto no es frontal, parace que el que torea es el hombre sin cabeza de Magrite. La naturalidad en el arte se aproxima mas a la verdad que la barroca y forzada afectación. La afectación es casi siempre el rostro de la mentira. JUANSINTIERRA

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