Simplemente un sentir…
Los toros son la única pasión que tengo en la vida. La plaza es el espacio en el que me siento realmente feliz. Amo esta fiesta, por eso, lo ocurrido ayer en La Macarena me dolió. Me dolió que el maestro Rincón creyera que la fuerte protesta del público pasaría a la agresión física. Me dolió que la empresa se sumara a los miedos del Maestro y montara ese triste espectáculo para su salida.
La corrida no salió bien. Los de Las Ventas no cumplieron ni en presentación ni en comportamiento y la doble condición de ganadero y periodista asumida por César Rincón, molestó a los espectadores porque sus apuntes no coincidían con lo que ellos veían.
Llegaron entonces los pitos, los gritos reclamando respeto para esta plaza, la pancarta frente al ganadero “Si no hay TORO, nada tiene verdad ni valor”, y llegó el miedo.
El pánico se apoderó de quien con valor enfrento a los toros y cobijado por la gatera pidió la presencia de la policía. Llegó quien coordina el mercadeo y la logística de la empresa para organizar el operativo. En ese momento, mi esencia de organizadora de eventos me llevó hacia el Maestro, iba decidida a mirarlo a los ojos e invitarlo a salir. Solos, sin policía, arropados por la seguridad de que quien nada debe, nada teme. Estaba segura de que no iba a pasar nada distinto a escuchar mil gritos y la presencia de la policía me asustaba porque esto ya era una provocación para el público. Sabía que podía convencerlo, pero escuché al que coordina y seguí de largo. Pasé en medio de los policías, mirando hacia el tendido uno a uno a los que gritaban, saludando a quienes conozco, encontrándome con sus miradas para comprobar que no estaba equivocada. Esta gente solo quería expresar verbalmente su desacuerdo con la actuación de Rincón, nada más.
Maestro, jamás olvidaremos lo que usted ha sido como torero. Luis Bolívar me decía hace uno días que esa dimensión que usted alcanzó era tan grande que debía tener un monumento en cada plaza. Tiene toda la razón. Pero Maestro, así como nos ha dado la cara pare recibir nuestros elogios, usted debió haber salido ayer igual que lo hace cada semana, afrontando con altura las consecuencias de su decisión de permitirse comentar sus propias corridas. Si bien nadie podrá dudar de la edad de sus toros y los papeles lo respaldan, quien paga tiene derecho a exigir otra presentación para lo que quiere ver en su plaza. También el oyente tiene derecho a reclamarle cuando no solo trae una corrida sino que está en un medio de comunicación y si quien lo escucha no comparte lo que dice pues le reclama con vehemencia.
En lo personal, jamás le reclamaré que vea sus toros igual que yo. En eso usted me lleva bastante ventaja y su opinión la respeto así no siempre la comparta. Lo que le reclamo, Maestro, es que no salga con la frente en alto, con la seguridad que permite el saber que se han hecho las cosas bien así el resultado final no sea el esperado. Hace dos años escribí reclamándole exactamente lo mismo. Hoy siento el mismo dolor pero mil veces aumentado porque hoy amo la fiesta mil veces más que en aquella época y por eso no entiendo su actitud. Perdóneme, pero es que me cuesta mucho aceptar que ese cobarde que vi ayer, sea el mismo valiente que vi en los ruedos.
Lo vi tan asustado sin razón, que quise salvarlo de quien no había que hacerlo y acompañarlo a escuchar gritos e improperios, pero escuché otras voces y acepté, con dolor, que no tenía nada que hacer ahí. Su actitud me duele Maestro, pero me duele mucho más ver como mi plaza monta un circo para sacarlo a usted y a sus compañeros de cartel de este espacio.
Hileras de policía y personal logístico. Autos con vidrios oscuros para no descubrir quien viene dentro. Que dolor. Que ridículo… ¿O será que no vi la cantidad de piedras y botellas que cayeron sobre estos carros y sobre los escoltas de la “calle de protección” que montaron? ¿Será que ahora hay logísticos especializados en proteger de los gritos y no me había enterado?
Señores de la logística. Esto no era un concierto. Esto era una corrida de toros y quienes asisten tienen derecho a protestar. César Rincón tiene derecho a sentir miedo. Ustedes no se pueden equivocar como lo hicieron ayer, provocando a la gente metiéndoles policías de por medio cuando no se necesitaban. Tampoco tienen derecho a increpar a los aficionados como lo hizo el señor coordinador logístico (no sé su nombre) en las afueras, diciéndole a un señor que él si se asustaría con una persona como él gritándole esas cosas, solo porque el señor le reclamaba por el operativo.
Que Rincón saliera ileso ayer no fue un triunfo de la logística. Fue una demostración más de la clase de gente que va a los toros, que por protestar con fuerza recibió semejante operativo tan ridículo y salido de contexto como respuesta.
Desde que salí de la plaza he decidido dejar en mi alma las pinceladas dibujadas por el maestro Juan Mora en el ruedo y fuera de él. He decidido no dejarme borrar la alegría que me acompaña, y el agradecimiento con la empresa, por haber permitido que Juan de Castilla estuviera en el festival del viernes. Las sensaciones de ese día fueron tan bonitas que prefiero quedarme con el afecto recibido de parte de los toreros, de cada uno de los hombres de las cuadrillas y de la afición. Con eso me quedo y acepto mi derrota frente a los muchos intentos de acercarme a la empresa para tratar de aportar. Me doy por vencida y sigo mi camino como aficionada crítica, nada más. Quisiera prometerles que no volveré a decir nada pero sería un irrespeto con los aficionados mientras ejerza como periodista y renunciaría a un derecho como abonada lo cual no voy a hacer. A lo que si me comprometo es a decir solo lo necesario cuando mi profesión me lo exija. Hago este compromiso con dolor pero con convicción de poder cumplirlo pues por fin entendí que no se trata de querer sino de poder y ese poder no está en mis manos.
Andrea López
Medellín - Colombia
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Vía: nuestro mail torotoreroyaficion@gmail.com
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