Descanse en paz.
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Nota: escribía Antonio Burgos:
Con tantas biografías que se editan, Pepín Martín Vázquez, torerazo de Sevilla, eslabón perdido entre Pepe Luis y Curro Romero, no tiene quien le escriba. Fue en los años 40 el gran torero popular de Sevilla, en fama y en arte. Hasta hizo de «Currito de la Cruz» en la versión cinematográfica que Luis Lucia rodó en 1948 con la novela del también injustamente olvidado Pérez Lugín, el de la inacabada «La Virgen del Rocío ya entró en Triana», que terminó José Andrés Vázquez.
Curro Romero es torero gracias al Pepín Martín Vázquez que vio de chaval en esa película, cuando la echaron en el cine de verano de Camas. Curro quiso ser como Currito. Y fue como Pepín: torero de Sevilla. Qué torero y qué época del toreo. La época en que mandan Manolete y Arruza, Pepe Luis y Bienvenida. Miren el cartel de la alternativa de Pepín, 1944, Barcelona: se la da Domingo Ortega y son testigos Pepe Luis y Arruza. Aquellas temporadas, del 44 al 47, aquellas Beneficencias, fueron la etapa dorada de Pepín Martín Vázquez. Hasta que en el fatídico agosto de 1947, diez días antes de la explosión de Cádiz, veinte días antes de lo de Linares, un toro de Concha y Sierra le pegó el cornalón gordo de Valdepeñas. Actúa aquella tarde con un Manolete que no sabe que quizá ya hayan embarcado a «Islero» en Zahariche. Ahí empieza el declive del gran torero de Sevilla, artista muy castigado por los toros como todo el que torea con la femoral, que se retira finalmente en 1953 en Caracas y que desde entonces vive alejado del mundanal ruido de la fiesta y de los papeles, sin exégetas ni partidarios.
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