La manida crisis económica empezó, socialmente, hace ya bastantes años, ahora simplemente sufrimos la marea que nos arroja a la cara reproches y paro a manos llenas, pero la crisis la padecimos hace tiempo, cuando le echamos agua al vino, cuando cambiamos de principios, cuando abandonamos la conciencia de clase. Y ese abandono moral también se ha reflejado en el toro, en un mundo que es como una esponja de la sociedad en la que se desarrolla.
Cambiaron las costumbres y no supimos reaccionar, los chicos de barrio, (Aluche, Carabanchel, Usera) dejamos de ser los soñadores/perdedores a los que canta Quique González, dejamos de ser los románticos que fabulaban con darle todo el placer a la insatisfecha mujer del burgués mientras éste andaba en algún viaje de negocios, sabiendo que si no fuese por su dinero nos preferirían a nosotros. Dejamos de ser felices en la derrota saboreando esas pequeñas victorias que el destino nos deparaba, dejamos de soñar y luchar contra las injusticias con las que convivimos, porque de repente y sin saberse porqué, parecía que nos íbamos a convertir en burgueses todos, los hijos de los obreros, de los campesinos, los hijos de los inmigrantes también dejamos de soñar y luchar por un mundo mejor para auparnos un peldaño en la escalera del éxito y simplemente aspirar a tener por debajo alguien a quien pisar.
La plaza de Carabanchel, la “chata” ahora se llama “Palacio”, tiene cojones, que ejemplo más gráfico, las tabernas de alrededor de la plaza, reconocibles por el serrín en el suelo y los tintos peleones de Cebreros o Navalcarnero, dejaron su sitio a “restaurantes” de comida rápida, los carteles donde el romanticismo se legitimaba dando cabida a “uno que dicen que va a mandar en esto” a “uno con más hambre que el Cordobés”, a uno “que estuvo hecho un tío en Las Ventas” o simplemente a uno que se había peleado con la patronal (o sea la empresa de Madrid) y quería reivindicarse, han dado paso a carteles igualitos que los de las grandes ferias de postín, los mismos toreros que en las ferias de señoritos, las mismas ganaderías, ¿ganaderías?, carteles de figuras con entradas a precio de ricachones, porque ya no somos lo que éramos antes porque el barrio ya no es el barrio. Al menos eso es lo que han pensado los empresarios de Las Ventas que han decidido acercarse al arrabal para imponer sus criterios, carteles como en Las Ventas a precio de Olivenza y se han dado una ostia en toda la frente, hasta ahora no pasan de un tercio de entrada, porque aunque el barrio haya mudado de piel y ahora hasta votemos al PP, no vamos a sacar cuatro entradas para ir con la mujer y los niños a los toros pa´ dejarnos 150 eurazos por los cuatro.
Y lo peor de todo es que la crisis nos ha traído el mismo toreo burgués de la capital, hablo por hoy, por la nefasta corrida de Zalduendo, toritos robotizados que no molestan, simulacro de suerte de varas, seis pinchacitos en seis toritines, no han sangrado ni para una morcilla y nos han traído tres toreros clonados, (mejor Javier Cortés, quizás por ser la versión 2.0) que tampoco sueñan con dar placer a las mujeres de los empresarios –aspiran a casarse con ellas- porque ya tienen 30 tardes contratadas en todas las ferias, porque no quieren reventar el sistema, porque el sistema les ofrece un mundo de confort y bienestar, así que se dedican a copiar a las figuras pegapasistas porque si “a ellos les ha ido bien…”, sin darse cuenta de que son herramientas del sistema, perfectamente sustituibles porque los tres torean igual que otros trescientos, piezas con recambio en el almacén. Esto nos ha traído la crisis, pero no sólo ha venido el mal toreo, el alud de la perdida de moral se ha llevado también la estructura, el auditorio… y si ahora volviesen el “Che Guevara” o un torero con dos cojones que citase al toro de lejos, se cruzase al pitón contrario y cargase la suerte, se encontrarían con que ya no tendrían eco, con que nadie seguiría a los profetas, porque aquellos que soñaban con algo mejor en la vida y en el toro han desaparecido o han pensado que siendo como la masa les iba a ir mejor en la vida.
Cambiaron las costumbres y no supimos reaccionar, los chicos de barrio, (Aluche, Carabanchel, Usera) dejamos de ser los soñadores/perdedores a los que canta Quique González, dejamos de ser los románticos que fabulaban con darle todo el placer a la insatisfecha mujer del burgués mientras éste andaba en algún viaje de negocios, sabiendo que si no fuese por su dinero nos preferirían a nosotros. Dejamos de ser felices en la derrota saboreando esas pequeñas victorias que el destino nos deparaba, dejamos de soñar y luchar contra las injusticias con las que convivimos, porque de repente y sin saberse porqué, parecía que nos íbamos a convertir en burgueses todos, los hijos de los obreros, de los campesinos, los hijos de los inmigrantes también dejamos de soñar y luchar por un mundo mejor para auparnos un peldaño en la escalera del éxito y simplemente aspirar a tener por debajo alguien a quien pisar.
La plaza de Carabanchel, la “chata” ahora se llama “Palacio”, tiene cojones, que ejemplo más gráfico, las tabernas de alrededor de la plaza, reconocibles por el serrín en el suelo y los tintos peleones de Cebreros o Navalcarnero, dejaron su sitio a “restaurantes” de comida rápida, los carteles donde el romanticismo se legitimaba dando cabida a “uno que dicen que va a mandar en esto” a “uno con más hambre que el Cordobés”, a uno “que estuvo hecho un tío en Las Ventas” o simplemente a uno que se había peleado con la patronal (o sea la empresa de Madrid) y quería reivindicarse, han dado paso a carteles igualitos que los de las grandes ferias de postín, los mismos toreros que en las ferias de señoritos, las mismas ganaderías, ¿ganaderías?, carteles de figuras con entradas a precio de ricachones, porque ya no somos lo que éramos antes porque el barrio ya no es el barrio. Al menos eso es lo que han pensado los empresarios de Las Ventas que han decidido acercarse al arrabal para imponer sus criterios, carteles como en Las Ventas a precio de Olivenza y se han dado una ostia en toda la frente, hasta ahora no pasan de un tercio de entrada, porque aunque el barrio haya mudado de piel y ahora hasta votemos al PP, no vamos a sacar cuatro entradas para ir con la mujer y los niños a los toros pa´ dejarnos 150 eurazos por los cuatro.
Y lo peor de todo es que la crisis nos ha traído el mismo toreo burgués de la capital, hablo por hoy, por la nefasta corrida de Zalduendo, toritos robotizados que no molestan, simulacro de suerte de varas, seis pinchacitos en seis toritines, no han sangrado ni para una morcilla y nos han traído tres toreros clonados, (mejor Javier Cortés, quizás por ser la versión 2.0) que tampoco sueñan con dar placer a las mujeres de los empresarios –aspiran a casarse con ellas- porque ya tienen 30 tardes contratadas en todas las ferias, porque no quieren reventar el sistema, porque el sistema les ofrece un mundo de confort y bienestar, así que se dedican a copiar a las figuras pegapasistas porque si “a ellos les ha ido bien…”, sin darse cuenta de que son herramientas del sistema, perfectamente sustituibles porque los tres torean igual que otros trescientos, piezas con recambio en el almacén. Esto nos ha traído la crisis, pero no sólo ha venido el mal toreo, el alud de la perdida de moral se ha llevado también la estructura, el auditorio… y si ahora volviesen el “Che Guevara” o un torero con dos cojones que citase al toro de lejos, se cruzase al pitón contrario y cargase la suerte, se encontrarían con que ya no tendrían eco, con que nadie seguiría a los profetas, porque aquellos que soñaban con algo mejor en la vida y en el toro han desaparecido o han pensado que siendo como la masa les iba a ir mejor en la vida.
Foto: Quique González
Hoy, a pesar de la que está cayendo, más vigente aún que ayer
ResponderEliminarPgmacias