jueves, febrero 26, 2009

¡Viva la crisisi! (André Viard)

Seguimos con el pregón del Bolsín Taurino de Ciudad Rodrigo leído por André Viard:
¡ VIVA LA CRISIS !
Paradójicamente, la crisis mundial nos ofrece una oportunidad quizás única de cambiar para bien el rumbo desastroso que lleva la Fiesta desde hace años
Por culpa de la deriva mercantilista del mundo del toro, estamos a punto de perder lo que siempre ha sido la fuerza de la cultura taurina : su profundo arraigamiento dentro del pueblo.
Un colmo cuando sabemos que el espectáculo taurino es el único que sobrevive gracias a su propia riqueza.
¿ Qué sería de los museos, los teatros, los centros culturales, la televisión y la radio pública sin los fondos públicos ?
Cerrarían.
Los toros no.
Desde hace siglos, a pesar del maltrato de la administración, a pesar de unos impuestos desorbitados, a pesar de la voracidad de las entidades públicas propietarias de las grandes plazas, a pesar de todas estas trabas y a pesar, también, de la tremenda lucha por el poder que alcanza este año entre las figuras unas cuotas inalcanzables hasta dejar la impresión de que se mueven en un globo virtual sin preocuparse para nada de la realidad, la cultura taurina sigue viva.
¿ Pero hasta cuándo aguantará el aficionado sufrido, precios en alza y carteles a la baja por la sencilla razón de que la demanda sobrepasa la oferta y que ya no hay en las taquillas, aun cuando se llene la plaza, el suficiente dinero para pagar tres figuras en un mismo cartel ?
No podemos por un lado reivindicar nuestro derecho legítimo a perpetuar nuestra cultura, y por otro contemplar sin chistar la deriva liberal de su economía que nos lleva a tumba abierta hacia un estrepitoso fracaso.
Hay que enfocar el problema de forma global.
Los profesionales de la Fiesta no pueden esconderse detrás de sus filósofos cuando la defienden a nivel de su ética, y quedarse de brazos cruzados cuando se ve claramente que el principal peligro radica en un modelo económico ya inadaptado.
Hoy en día no se puede aprovechar el formidable tirón que tendrían ferias constituidas a base de carteles rematados por la sencilla razón de que no se pueden juntar ya tres figuras, ni a veces dos, so pena de perder dinero a plaza llena.
¡ Miren los carteles de Castellón, de Valencia y de Sevilla !
¿ Se imaginan hace treinta o cuarenta años estas ferias sin Ordoñez, Viti, Camino, Puerta, Ostos o el Cordobés ?
¿ Se imaginan a principios del siglo XX los carteles de Madrid o Sevilla sin El Gallo, Belmonte y Joselito ?
No podía ser y los tres iban juntos un par de días, o tres.
Sin embargo es lo que está pasando hoy.
¿ Quién sale ganado ? ¡ Nadie ¡ Y perdemos todos.
Porque la grandeza de la Fiesta se demuestra en estas plazas, con estos nombres, organizando esa competencia que levanta pasiones y que acaba con el aficionado toreando en las calles.
¿ Quién tiene la culpa de que no haya, para la fiesta de los toros, estos ingresos atípicos que son la verdadera riqueza del fútbol, por ejemplo, los cuales permiten pagar a los campeones estos sueldos multimillonarios ?
Nadie, y todos.
Porque la culpa la tenemos todos por haber dejado poco a poco la Fiesta aquerenciarse en las páginas secundarias de los grandes medios.
La culpa la tenemos todos por haber dejado prosperar cierta desinformación hacia ella.
Y la culpa la tenemos todos los que, con nuestras críticas quizás legítimas a veces, pero al final inoportunas, hemos permitido que la Fiesta sea para el ciudadano que la desconoce sinónimo de trampa, de picaresca, de arcaísmo, cuando no de fraude, sea a nivel del afeitado, como a nivel de estos concursos públicos para la concesión de las principales plazas, los cuales dan lugar a un sin fin de denuncias y de peripecias jurídicas.
¡Y ahí sí que los grandes medios toman carta en el asunto !
Y va creciendo la sospecha. Y va creciendo la condena.
Y va creciendo el peligro de marginalización.
Visto desde el exterior, España es sinónimo de Fiesta.
Pero en España, la Fiesta es sinónima de trampa.
Para corregir ese terrible déficit de imagen, lo primero, lo urgente, lo imprescindible es que el toro siga siendo un animal fiero, bravo, auténtico y salvaje, un Rey de la naturaleza que impone respecto y miedo, pero que nunca sea un producto de gran consumo.
¿ Se imaginan al Minotauro con fundas en los pitones ?
¿ Creen que el mito hubiera sobrevivido a tanta ridiculez ?
Pues piensen lo bien. A la larga, esta imagen desastrosa que desde hace unos años damos del toro en el campo, acabará con la propia autenticidad de la Fiesta.
Si se hace para salvar algún toro romo de pitones y que no se podría lidiar según estipula el reglamento, pues ¡ que se cambie el reglamento y que se autorice bajo control arreglar los pitones dañados para sacarles puntas !
Pero si se trata de prevenir peleas para no asumir pérdidas económicas, que recapaciten los ganaderos : toda actividad conlleva riesgos.
La bravura del toro en el campo es sinónima de pelea.
Siempre han muerto algunos cada año.
Y siempre esta realidad nos ha permitido demostrar que el toro es un animal salvaje, que su bravura es real, y que no hace falta calentarlo en la plaza para que embista.
Esa bravura es la esencia de la Fiesta, la garantía de su autenticidad.
Si envolvemos los pitones del toro que la simbolizan dentro de estos artilugios, no nos extrañemos que no nos tomen en serio.
El ridículo que sufre el toro acabará con la Fiesta.
Esto será el precio desorbitado que nos tocará pagar.
Lo cual no quiere decir que debamos silenciar los problemas económicos de las ganaderías.
A finales del siglo XIX el precio de una corrida equivalía al de los sueldos de los tres toreros.
Hoy, salvo alguna excepción, cualquier torero del grupo especial cobra más que el ganadero. Y las figuras, a veces, el doble.
Nadie dice que no se merecen lo que ganan pero la sensatez impone decir que sólo se puede repartir lo que hay.
La solución debe buscarse pues en reequilibrar este desequilibrio.
¿ Quién puede hacerlo ? El gran Joselito, a primeros del siglo XX, decidió impulsar la construcción de cosos de mayor dimensión para que el pueblo pudiera acudir en masa a la Fiesta gracias al bajo precio de las entradas.
Hoy se trata de inventar un nuevo modelo económico para la Fiesta y les toca a los que mandan en ella recapacitar sobre la situación actual.

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