domingo, febrero 08, 2009

"Breve espejismo de invierno" (Capitán Alatriste)

Valdemorillo. 6/2/2009. Antonio San Román para Curro Díaz, Juan Bautista y Daniel Luque
BREVE ESPEJISMO DE INVIERNO
En los tragaluces de la plaza de Valdemorillo se formaron rosas de hielo similares a las que acariciaba Yuri Zhivago durante sus desvelos en Varikino. No era la primera vez que la nieve prendía a Valdemorillo en el tercio de la Candelaria. Joaquín Vidal, en un coso inclementemente raso hace veinticinco años, también escribió sobre la cellisca ensabanada: “La nieve caía fuerte. La lidia tras el celaje de los copos era una escena mágica en la que el toreo se producía con movimientos evanescentes. Copetes blancos coronaban las monteras, la negra zapatilla escotada adquiría perfiles desconocidos al hollar la albura, y el cuajarón de sangre brava se hacía llamarada en el redondel”.
Valdemorillo, Varikino, los toros y la nieve. Bendito cartel. Mientras el hielo creaba filigranas en el cristal, arrancaba el paseíllo más anhelado del año. La sangre caliente bombeaba a través de una afición ávida de toros. Los pies fríos y un pulso precipitado se agitaban al compás de la banda. Bendito pasodoble que marcaba en inicio de la temporada. Qué largo este invierno que aún no ha terminado. Varikino tenía una casa de cristal, Valdemorillo una plaza de hielo ardiente.
Daniel Luque es un torero con valor seco y sangre fría. Estático, igual que una estalagmita, se atornilló en el albero y permitió que unos romos pitones le descosieran los bordados de la taleguilla. Tras las dos faenas del gerenense, que pechó con el peor lote de Antonio San Román, sopló la corriente fresca de un joven que quiere ser torero, que arriesga y manda. Tres orejas y una promesa para esta primavera. Todo lo contrario que Juan Bautista, quien dejó aún más frío al respetable. Por último, Curro Díaz poco pudo hacer con unos animales que perdían las manos por bajo y calamocheaban por alto. Le faltó enemigo. El frío que se colaba por la puerta al terminar el festejo, imponía más que sus toros.
A las ocho de la tarde dejó de nevar y las rosas de cristal en la claraboya se habían derretido. El hielo, al igual que el arte de los toros, es efímero. Breve espejismo de invierno.
Foto: Burladero.com

1 comentario:

  1. Lírico le encuentro, Capitan.
    (La edad enternece las meninges.)
    Supongo que el pasodoble espantaría a los lobos.

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