En el último número de Tierras Taurinas se recoge el el siguiente texto de obligada lectura (ver nota 2) y que requeriría su difusión, al igual que el documental "Tauromaquias Universales", mas allá del público taurino:
La
fe nace del dogma. No existe mito, religión, moral o ideología sin
un relato fundacional que ofrezca un dogma a todos sus seguidores.
Escrito hacia el año 2000 antes de Cristo, el poema épico de
Gilgamesh –quien, entre otras hazañas, mató al Toro Celeste- fue
el primer relato fundacional que abordó la búsqueda de la
inmortalidad y sirvió de base para las religiones mesopotámicas.
Después, sobre el siglo VIII a.C, nació la Biblia, poco antes de
que los pre-socráticos griegos estableciesen los cimientos de la
filosofía. Todos fundamentan su visión del mundo en el
antropocentrismo, según el cual el hombre es el eje de la Creación.
Nacido
a mediados del siglo XX y radicalmente opuesto a todos los grandes
mitos, religiones y morales anteriores, el relato fundacional vegano
nace del naturalismo nazi, germen de la ecología profunda. Ésta
conceptualiza el dogma del biocentrismo, el cual decreta que todas
las especies deben gozar de los mismos derechos y que el hombre es
sólo un animal más. La consecuencia de este relato fundacional es
que hay que prohibir todas las actividades humanas que utilizan a los
animales, empezando por la corrida de toros: según el relato de los
veganos, « la Fiesta es tortura y la tortura no es cultura ». Este
relato mentiroso no supondría peligro alguno si hubiera otro, con la
misma capacidad de difusión, capaz de restablecer la verdad. Pero
como no existe, el relato vegano está difundiéndose en todas las
sociedades modernas con la misma facilidad que los grandes relatos
fundacionales en la humanidad primitiva: hoy en día, para las nuevas
generaciones, declararse vegano -y antitaurino- equivale a
reivindicar su progresismo cuando, en realidad, significa militar, de
forma más o menos consciente, a favor del fin de una civilización
llena de valores ejemplares y apoyar el advenimiento de otra
civilización cuyos fundamentos son subversivos.
Es
fácil entender el peligro de la situación: si frente a este relato
demoledor sólo somos capaces de asegurar que Morante es un artista
grandioso y Cobradiezmos un gran toro bravo -ambas cosas ciertas, por
supuesto-, no podremos detener el avance de esta ideología difundida
por una secta liberticida que extiende sus tentáculos a nivel
mundial con la constancia de la gota de agua, capaz de penetrar en la
roca más dura. No se trata, obviamente, de convencer a los veganos
de que están equivocados -como en todas las sectas su integrismo los
vuelve fanáticos-, sino de dirigirnos al resto de la sociedad para
explicar, a través de otro relato, lo que la Tauromaquia es y
representa. Aunque parezca mentira considerando el imponente número
de obras que los toros han inspirado a través de los siglos, este
relato fundacional no se ha escrito antes de "Tauromaquias
Universales", que llega en el momento oportuno para llenar este
vacío.
Su
fundamento es incuestionable: 20 milenios antes de los primeros
relatos escritos, los cuales ensalzan la figura del hombre como eje
del mundo y de la naturaleza, las pinturas parietales de Villars y de
Lascaux sientan las bases del antropocentrismo que las religiones y
morales posteriores erigieron en dogma universal.
¿Qué
vemos en Villars? Un hombre desafiando a un toro, arriesgando su vida
para matarlo y asegurar así el futuro de su gente.
¿Qué
vemos en Lascaux? Un hombre derrotado por el toro, después de
haberlo herido de muerte.
¿Dónde
se encuentran ambas pinturas? En el ábside de dichas cuevas, lo que
demuestra su dimensión religiosa.
¿Qué
es lo que se venera? No al toro, sino al hombre que sacrifica su
propia vida para salvar la de los demás.
El
relato fundacional de las Tauromaquias Universales parte de esta
dimensión religiosa y de la figura crística que se le atribuye al
hombre cuando se enfrenta al toro. Esto nos permite atribuir a la
corrida de toros moderna una justificación más universal que el
arte de Morante o la bravura de Cobradiezmos. Ambos son el Grial que
los aficionados persiguen, pero también la manifestación
contemporánea del hecho fundador: su valor real reposa en que
legitiman la fe y regeneran el dogma.
Hace
23 milenios, cuando pintaron la "tauromaquia" de Villars,
nadie cuestionaba que el hombre matase al toro: era la condición de
su supervivencia. Después de extraerse de la animalidad -en parte
gracias a la alimentación, la cual enriqueció con la carne de las
demás especies, favoreciendo el desarrollo superior de su cerebro lo
que, a su vez, permitió que el hombre primitivo inventara las armas
que la naturaleza no le había otorgado-, nuestro lejano antepasado
salió a la conquista del planeta adueñándose de él. Y el primer
héroe de la Humanidad, homenajeado en la cueva de Villars, fue un
cazador de toros. A continuación, a lo largo de veintitrés
milenios, las Tauromaquias Universales simbolizaron esta lucha por
vencer a la naturaleza, hasta que todas desaparecieron en las
regiones donde se desarrollaron, a medida que el toro salvaje
desaparecía en ellas. Este rito nacido con la Humanidad se perpetuó,
sin embargo, en España y en el Sur de Francia, donde algunas ramas
procedentes del uro primigenio consiguieron resistir a la
erradicación y superaron la domesticación. Entre tiempo, la lanzada
de los principios había dado a luz unas prácticas más
sofisticadas, hasta llegar a la corrida moderna que las sublimó
cuando el hombre inventó la muleta: a partir de ese día, el 15 de
agosto de 1720, la lucha brutal evolucionó hasta el arte delicado.
Hasta
hoy, esta historia no se había contado de forma global y la ausencia
del relato fundacional permitió que los veganos difundieran sin
complejos algunas mentiras tan colosales como la supuesta condición
anti-taurina de Goya, el origen franquista de la tauromaquia, o la
leyenda de los suplicios al que, según ellos, los aficionados
someten al toro antes de lidiarlo en la plaza: agujas en los
testículos para que no se pueda tumbar durante varios días,
vaselina en los ojos para que no vea bien, algodón en el morro para
que no pueda respirar, sacos de arena sobre los riñones... unas
fantasías que dicen mucho de sus propias patologías.
La
creciente influencia de la ecología profunda explica los ataques que
sufre la Fiesta, pero también la involución de las mentalidades:
mientras que el hombre primitivo se apropiaba de manera simbólica de
las virtudes del animal salvaje que combatía o sacrificaba, el
hombre moderno proyecta su neurosis sobre las especies que ha
domesticado. Si las representaciones zoomorfas de la Antigüedad
respondían a una necesidad de trascendencia, el antropomorfismo
contemporáneo hace regresar al humano hacia la animalidad.
En
contra de todas estas mentiras, hoy en día, el toro sigue siendo un
animal distinto entre todos por el trato privilegiado que el hombre
le dedica. Cierto es también que el torero que pone su vida en
peligro enfrentándose a él sigue ofreciendo a los humanos un
alimento fundamental. No se trata de satisfacer necesidades meramente
materiales - la carne del toro, por ejemplo- sino sobre todo
espirituales: sacrificando al toro de manera ética en el altar de la
estética, el torero ofrece al mundo una catarsis liberadora.
Éste
es el relato fundacional que las Tauromaquias Universales ofrecen con
su exposición y su documental. Si somos capaces de difundirlo dentro
de una sociedad que desconoce totalmente los valores de la
Tauromaquia, podremos detener los estragos provocados por el relato
negativo escrito sobre la Fiesta por los anti-taurinos, parte visible
del iceberg vegano. Un relato que, gracias a la potencia comunicadora
que brinda a sus autores la ayuda interesada de unas ONG oportunistas
o de unas industrias que se nutren del mercado de las mascotas,
consiguió atraer a parte del mundo político en la telaraña
animalista, hasta provocar que algunos partidos se atrevan a
cuestionar la existencia de una cultura milenaria compartida por
decenas de millones de ciudadanos.
A
la vista del desinterés o de la animadversión de los medios
generalista hacia la Fiesta, no será fácil contrarrestar el relato
animalista. Pero se debe intentar, puesto que es la única vía de
salvación que tenemos actualmente.
Afortunadamente,
si no podemos contar con el apoyo de muchos medios generalistas,
disponemos de Internet, el mismo arma empleada por los veganos para
acorralarnos: de ahora en adelante, le toca a cada aficionado
convertirse en apóstol de su cultura, para difundir por todas
partes, a través de las redes sociales, el documental Tauromaquias
Universales con el fin de compartirlo en el mundo entero. Por eso se
realizó en español, en francés, y dentro de poco en inglés,
portugués… y quizás en chino.
De
la misma manera, los actores del mundo taurino deben apoyar la
logística de la exposición, cuyo objetivo es instalarse en todos
los pueblos taurinos, todas las universidades, todas las ciudades, y
sobre todo, en aquellas donde el peligro tiene nombre y apellido. Hay
una cosa segura: a cada ciudadano que acaricie el Toro Mítico
instalado en el laberinto de la exposición, le pasará lo mismo que
a nuestros antepasados cuando se acercaban a sus tótems mágicos. En
él, encontrarán la fuerza para resistir a la desesperanza y para
luchar por su pasión.
Defender
la Fiesta es defender un modelo de civilización, mientras que
prohibirla supone darle la espalda a la historia de la Humanidad.
Quizás
esta afirmación le parezca algo rimbombante a los incrédulos, pero
si se esfuerzan en estudiar el legado del Museo de las Tauromaquias
Universales, verán la Fiesta como es, y no como se la han contado:
-
La Fiesta simboliza la elevación del hombre primitivo, desde el
estado de natura al estado de cultura, superando su instinto de
supervivencia a través de una búsqueda ética y estética, la cual
transformó la caza original en una práctica artística universal.
-
La Fiesta representa también la apropiación por parte del pueblo de
un privilegio real, y un ejemplo de convivencia entre las clases
sociales. Además, ante la violencia homicida de la sociedad
contemporánea, la muerte del toro, colofón de un ritual solemne,
cumple una innegable función social y reconciliadora, comparable a
la de los misterios de la Antigüedad.
-
Finalmente, la Fiesta es un factor de preservación de la
biodiversidad mediante la conservación de una especie en su medio
ambiente, respetando su identidad y bienestar dentro de los límites
de su función: combatiente temido y respetado, el toro es el
indicador del valor del hombre que se enfrenta a él, quien pone en
riesgo su propia vida, ofreciendo de manera digna el único fin digno
de su grandeza.
Como
todas las culturas que no atentan contra los derechos humanos, la
corrida debe ser respetada en nombre de la diversidad, pero sobre
todo en nombre de los derechos universales que porta, y que la
convierten en un incuestionable Patrimonio de la Humanidad
Nota 1:
ES incomprensible que la exposición Tauromaquias Universales
estuviese tan poco días en Las Ventas
Nota 2:
Por cierto, es mucho mas cómodo leer el texto sobre papel. La
revista lleva ya unas semanas en los kioskos
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