Una
corrida que tuvo como virtud llevarnos a un coso de finales del siglo
XIX o principios del XX sin necesidad de verlo en el desenfocado
celuloide de la época, que sirve para recordarnos que el toro bravo
proviene de un animal salvaje y que la esencia de la corrida de toros
consiste en domeñar esa acometividad, que ejerce de espejo donde
mirar el espectáculo tantas veces domesticado y hasta melindroso de
tantas corridas actuales, pero que hace tabla rasa de la depuración
de la cría de los toros bravos en los últimos 150 años. Sin
embargo con este recuerdo, hoy se nos hará cuesta arriba asistir a
la corrida de Beneficencia anunciada, de seguro tan distinta.
Andrés
de Miguel –
aquí su comentario a la corrida de ayer -
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