Tres naturales despaciosos, ligados, largos, y el de pecho. (...) Toro de una sola mano, pero qué mano. La izquierda. Rafaelillo se recreó, dibujó a placer, los muletazos ayudados fueron soberbios, como el gobierno del toro, que no enganchó engaño ni una sola baza. Final de frente y a pies juntos. Un lío. Pero se había pasado de tiempo la faena y a Rafaelillo le costó un mundo cuadrar al toro.
Se enfrió de pronto el coro. Dos pinchazos, un aviso, una estocada tardía. Trabajo mayor sin premio. Gran ovación en el arrastre para el toro, Tabernero, número 17.
Barquerito - aquí la crónica -
Fotos: Andrew Moore
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